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Abuelos con sabor agridulce

Paseando por Internet, pues uno ya holgazanea por este medio como cuando en otros tiempos deambulábamos por el centro del pueblo, he topado con la noticia de que el 26 pasado se celebraba el Día de los Abuelos. Hablamos de otras cosechas, otras costumbres, otros momentos... Me refiero, claro está, a esos paseos luciendo el palmito unos o buscando cómo ligar o llamar la atención otros. Ahora transitas por la Red en compartida soledad.

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Como decía, el 26 se celebró el Día de los Abuelos impulsado por Mensajeros de la Paz. La idea está muy bien. Existe, promovido por el comercio, el Día del Padre, el Día de la Madre y ahora el Día de los Abuelos. Falta añadir el Día del Hijo o la Hija, del Yerno y el Día de la Nuera para ultimar la colección familiar. Esto podría ser el lanzamiento de una idea para que el comercio incentive ventas y así cerrar un círculo conmemorativo. No ironizo.

Bromas aparte. La verdad es que me ha gustado saber que existía un Día de los Abuelos, esos seres casi anulados en los últimos tiempos por la sutil vorágine de una vida familiar revuelta y a los que se les ingresaba en una residencia porque era imposible tenerlos en casa. Las viviendas actuales no dan espacio suficiente para albergar también a abuelos. ¡Faltaría más!

Pero las circunstancias económicas cambiaron y con dicho cambio se alteró la tendencia de circunscribir a los abuelos a un mundo que les era ajeno y que en la mayoría de casos rechazaban.

Ahora, mantener la residencia es una coyuntura cuasi imposible y, por otro lado, se les necesita en casa para que cuiden de los nietos mientras papá y mamá salen a trabajar si es que tienen suerte para ello, dado el momento negro que atravesamos.

Los abuelos, en las circunstancias actuales, han pasado de ser un estorbo a ser usados, explotados, manipulados, exprimidos… No dudo que también amados. Simplemente, es indispensable su dinero. Son necesarios sus servicios.

Y esos abuelos incapaces de negarle nada a “su hijito del alma” o a “su querida hija” vuelven a ser criadores de infantes con un problema añadido: “ya no son lo que eran”, ni física ni psíquicamente. Y apencan cuidando nietos hiperactivos y traviesos que rebasan todas sus posibilidades. Son verdaderas nodrizas. Sólo que cercados por el reuma y los múltiples dolores y achaques propios de la edad.

El papel de los abuelos ha cambiado en la sociedad actual de manera estrepitosa, hasta el punto de pasar de abuelos pasivos a activos e imprescindibles en el cuidado de los nietos. Digo "cuidado" y no "educación", adrede. Son aprovechados como sustitutos de la guardería o de la niñera, como consecuencia de unas circunstancias socioeconómicas agobiantes. Pero también como manifestación “del egoísmo de una sociedad que les exige demasiado”. En muchos casos se les está “explotando descaradamente”.

Los padres mandan a los hijos con los abuelos sin preguntarles ni tener en cuenta sus gustos y necesidades. Pero los abuelos son más que una guardería o un colegio, son un eficaz complemento de la tarea educativa de los padres y contribuyen a reforzar lazos familiares. Su capacidad de entrega y aguante es ilimitada.

En unas líneas más arriba hablaba del "cuidado" y no "educación", que pueden prestar los abuelos. Me explico. Si ellos son los que se ocuparán de atender a los nietos, llevarlos y traerlos del colegio, jugar con ellos, supervisar sus deberes, darles de comer e incluso acostarlos, hay que hacerlo bajo unas reglas, unos patrones de actuación consensuados con los padres. Aquí entra el factor educación.

Para atender a los nietos hay que acordar previamente los métodos educativos y hábitos que se deben cumplir, buscando la coherencia entre progenitores y abuelos. Los abuelos deben tener claro hasta dónde pueden llegar en sus esfuerzos –las fuerzas están mermando- y en las normas que siempre deben ser, insisto, consensuadas.

Los abuelos deben tener claro que se trata de cuidar y cómo hacerlo para no pasar a ser unos consentidores. Paciencia frente a tirar la toalla es clave en su proceder diario. Las soluciones educativas deben ser buscadas en coordinación con los padres y respetando en todo lo posible el criterio de estos, pero siempre el acuerdo se hará sin los retoños delante. Estos no deben intuir que hay desacuerdos entre unos y otros, en el caso de que eso ocurriera. Un abuelo sin autoridad se convierte en un pelele en manos de los nietos.

Las actividades que se pueden realizar con ellos, tanto en casa como en el parque, deben ser lo menos onerosas para el abuelo sin cortar las alas a los niños, en la medida de lo posible. Y dato de suma importancia: cuando un niño se hace daño, estando bajo su tutela, se sufre doblemente por el crío y por lo que puedan pensar los padres. Siempre les quedará un rescoldo de culpabilidad. Hay que quitar hierro al percance.

Cariño sin mimitos ni ñoñeces. Fuertes sin ceder terreno. Los niños son pequeños pero no tontos. Me estoy refiriendo al cuidado de niños de Infantil y Primaria. Ocuparse de adolescentes sería una carga difícil de llevar, aunque también la estén realizando. No quiero perder de vista que los nietos pueden enseñar cosas nuevas a los abuelos, sobre todo los mayores.

Cuidar a los nietos debe ser una opción que no limite su libertad y nunca una miserable obligación. El calificativo "miserable" lo empleo muy a conciencia dado que conozco un suficiente número de abuelos explotados por las circunstancias. Y otro dato importante: jamás se debe confundir ni superponer el rol abuelo al de padres.

Conviene recordar que hay vida en la etapa de la jubilación. Que es importante que los mayores recuperen su papel secundario frente a una acumulación de tareas obligatorias provenientes de la ayuda que puedan prestar con los nietos. Que el abuelo o la abuela también tienen sus aficiones, ganas de divertirse, necesidad de estar con los de su edad.

A los 20 años reina la voluntad; a los 30, el espíritu; a los 40, el juicio; a partir de los 60, agobia, en muchos casos, el cansancio. "¡Ya no estoy para estos trotes!", dice el abuelo. Está claro que envejecer es el único medio de vivir mucho tiempo, pero ¿la factura que están o pueden estar pagando los abuelos es justa? ¿Con la vejez se acabó la pasión para dar lugar a la compasión? Los mayores también necesitan atenciones, mimos, detalles.

Hasta aquí algunas de las ideas a poder desarrollar en una Escuela de Padres y Madres que más bien debería decir "de Abuelos", por el alto porcentaje que en estos tiempos sustituyen a los padres en su contacto material con el colegio. En la relación académica parece ser que los padres aún no han delegado en ellos. Pero todo se andará.

La excusa de este artículo era felicitar a esos maravillosos abuelos que lo están dando todo a los nietos y a los hijos. No soy abuelo, no porque no tenga edad para ello, sino por falta de nietos. Ya se está planteando la posibilidad de ser abuelos de alquiler, ante la falta de nietos propios. Este es otro tema con hondas raíces en el imaginario juvenil. ¡Felicidades, abuelos y abuelas por vuestra generosidad!

PEPE CANTILLO
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