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Aureliano Sáinz | Yo tampoco soy tonta

Como lo oyen. Yo tampoco tengo un pelo de tonta, aunque mi caso es distinto. Esto lo descubrí siendo muy jovencita, ya que, como les contaré, un día en el ‘insti’ se me alumbró el piloto cuando en clase de filosofía (¡vaya rollo que nos teníamos que tragar!) leí a un tal Descartes que decía algo así como “Pienso, luego existo”. ¡Vaya majadería! ¡Menuda gansada! ¡Pero si todos pensamos! ¡Hasta el más tonto de la clase era capaz de decir las bobadas más grandes del mundo que le venían de la sesera!



Pero, mira por dónde, empecé a darle vueltas a la dichosa frase hasta que se me ocurrió otra verdaderamente genial, tanto que la apunté en el cuaderno para que no se me olvidara. Dice así: “Si no te ven, no existes”. ¿A que es fabulosa? ¿Verdad? Mis amigas me dijeron que eso sí que era dar en el clavo y estar al día y no la chorrada de Descartes.

¿Perdón…? ¿Me preguntan que cómo me llamo…? Pensaba guardármelo para más adelante, pero como veo que insisten se lo voy a decir.

Mi nombre es Aniuska. Así como lo oyen, a secas y sin apellidos, pues quiero ser yo misma, auténtica, original, única.

¿Cómo…? No, no, qué va, yo no soy rusa. En fin, no tengo más remedio que confesarles que soy de aquí, de este país, de un pueblo de la Siberia extremeña.

¡Vaya desgracia para una chica como yo! ¡Nacer en un pueblo perdido de Extremadura! Y para colmo de males, mis padres me pusieron Ana Catalina. ¡Vamos, para suicidarse…!

Como estaba quejándome todo el día, mi madre (que no me dejaba en paz y siempre me vigilaba) me repetía una y otra vez que esos eran los nombres de mis dos abuelas y que tendría que estar orgullosa de llevarlos.

¿Orgullosa? ¿Las abuelas? Pero… vamos a ver… ¿Cómo se puede ser alguien y triunfar en la vida si dices que has nacido en un triste pueblo y que encima llevas los nombres de tus dos abuelas? En fin, una verdadera pesadilla para una chica como yo que, tal como les digo, quería triunfar en la vida.

Puesto que no me quedaba más remedio, un día corté por lo sano y a todas mis amigas les dije que a partir de ese momento me llamaran Aniuska. Adiós definitivo a Ana Catalina y a las abuelas.

Sí, sí… ya sé que Aniuska suena a nombre ruso y a película de James Bond… Pero, ¿saben ustedes que las pelis de James Bond me flipan? ¡Qué tíos más guapos salen…! Lástima que a Daniel Craig ya lo tenga atrapado la Rachel Weisz, porque si no… Tengo que confesarles que también me gusta mucho Vladimir Putin. Sí, sí, el presidente ruso…

¿Volvemos al instituto? La verdad es que allí me aburría como una ostra. Las mates se me atragantaban, lo mismo que la lengua, la física y la química. También el ‘cono’, porque, vamos a ver, a mí que más me da eso del medio ambiente, de los bichos y los animalitos que se extinguen o de que los polos se derriten… ¡Bah! Yo lo que quería era arrollar en las grandes urbes como Londres, París o Nueva York. Como pueden imaginar, del campo y de los bichos estaba más que harta.

Para colmo, los profes la tenían tomada conmigo, porque, mientras soltaban el rollo, yo sacaba el espejito redondo que guardaba en la mochila para mirarme y retocarme un poco. Al momento, ya los tenía encima soltándome el sermón de que atendiera y dejara de mirarme tanto al espejo. Y, para remate, la de lengua, que iba de progre, con sorna me plantaba en plena clase que yo era una narcisista. “¿Narcisista yo? ¡Lo que hay que oír!”.

“¡Lo que quiero es ser yo misma!”, me repetía para mis adentros, mientras guardaba el espejo y hacía como que atendía. Además, pensaba, “¿qué hay de malo en que a una la miren, si la meta de hoy es que te vean, que te admiren y hablen de ti?”. Por otro lado, “¿cómo voy a triunfar con esos rollos que nos están metiendo, que solo sirven para hacerte cajera de Mercadona o funcionaria aburrida y amargada, y eso en el mejor de los casos?”.

En el fondo yo era una rebelde con causa y una víctima del sistema, me decía a mí misma. Mi meta, como les he dicho, era abrirme camino, ser el centro de todo, quizás tener un novio rico y famoso… Llegado el caso, hasta me podría divorciar, como esas que ustedes conocen, y aparecer, por ejemplo, en Telecinco contando mi vida e ir de plató en plató… ¿No es magnífico?



Como han comprobado ustedes, ya he dado el primer paso. Lo primero que hice fue venirme a Madrid y, mira por dónde, al entrar en una joyería para comprarme un collar y unos pendientes vi un anuncio de ‘Uno de 50’ que buscaba a una chica con talento para la nueva campaña que iban a lanzar.

Yo sabía que ser famosa no era algo fácil, y que nos presentaríamos un montón de chicas a las pruebas. De todos modos, me dije que por intentarlo no se perdía nada.

Dicho y hecho. Pero lo más increíble es que finalmente me seleccionaron porque les convenció mi idea de aparecer como víctima del sistema a la que le niegan los derechos de ser ella misma.

“Nos ha parecido rompedora tu propuesta”, me dijeron nada más comenzar la sesión. “La mujer del siglo veintiuno ya está harta de que le digan lo que tiene que hacer. El eterno femenino tiene que salir adelante y no dejarse pisotear por tanta mojigatería que se ha impuesto y que hace que no pueda expresarse como le apetezca”.

Eso del ‘eterno femenino’ me sonó genial. ¡Ya era hora de que se reconociera que nosotras estamos oprimidas porque no se nos permite hacer lo que nos plazca…! Y me pregunto: “¿Qué hay de malo en ello? ¿Es que no hay que liberar los impulsos reprimidos tal como el profe de psicología nos indicaba que había dicho un tal Freud?”.

“Aparecerás como la víctima del sistema representando a las mujeres a las que se les niega ser ellas mismas”, me explicaron, “por lo que te verás como si te hubieran detenido o entre rejas, al tiempo que te acompañará el eslogan ‘Culpable de ser yo’, de este modo, quienes te vean, se notarán reconfortadas y no sentirán remordimientos de gastarse el dinero en nuestros productos”.



“Como sabes”, continuaron explicándome, “el objetivo de la publicidad es que la gente compre lo que se anuncia. Y para ello se utilizan todas las estrategias posibles. En este caso, tal como te hemos indicado, te presentamos como a una víctima a la que se le niegan lo que algunos llaman caprichos de niña rica… Pero, como tú no tienes un pelo de tonta, te darás cuenta que no son caprichos sino los verdaderos derechos de la nueva mujer del siglo veintiuno”.

A medida que me iban hablando acudían a mi mente pensamientos que me acercaban a mis tiempos en el instituto: la profe de lengua y sus sarcasmos, Descartes y su embrollo filosófico, los eternos consejos de mi madre, mi pueblo perdido en la Siberia extremeña, mis amigas a las que imaginaba sin horizontes y agobiadas preparando oposiciones… En parte, sentí pena por ellas porque nunca llegarían a nada, mientras yo daba pasos firmes por la senda del éxito…

“La campaña también te presentará en una especie de manifiesto en el que aparecerán esos derechos que a toda chica rebelde y de hoy se le niegan… ¿Nos sigues?”. “¡Sí, sí, claro! Me parece genial la campaña”, respondí entusiasmada.

Efectivamente, pensé, esos sí que son verdaderos derechos y no los rollos feministas que sueltan algunas frustradas, como la profe de lengua del insti, y que han fracasado en la vida.

“Finalmente, en el último anuncio, una vez liberada de tantos prejuicios que te oprimen, aparecerás triunfante y con todo el glamour, sola en una habitación, muy sexy y con los zapatos negros de tacón alto alzados en tu mano izquierda… con mirada insinuante y esperando jugar con fuego. ¿Comprendes bien nuestra estrategia?”. Finalizaron, al tiempo que brindamos con champán por el éxito de esta nueva campaña de ‘Uno de 50’.

Yo estaba eufórica. Empezaría a ser el centro de todas las miradas. Mis amigas del pueblo se morirían de envidia al verme en los anuncios y, en el insti, Aniuska se convertiría en una auténtica heroína… Me sentía pletórica y notaba caminar en línea recta hacia el ansiado triunfo.

Como ven ustedes, he dado el primer paso con esta magnífica campaña en pro del ‘eterno femenino’ y de los derechos auténticos de la mujer actual. Dentro de poco, me llamarán de algún canal de televisión. Más tarde, me solicitarán para una gran marca de moda francesa. No descarto, posteriormente, los estudios de Hollywood… Y todo porque di con la verdadera filosofía de hoy en día: “Si nadie te ve, es que no existes”.

AURELIANO SÁINZ