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Juan Eladio Palmis | Mi querida peseta

A dos reales, el cine: una perra gorda de pipas y una perra chica de altramuces o trufas. Castañas asadas por los inviernos… Sí, ya sé, nostalgias. Pero mucho después de todo eso, con un billete de cien pesetas en el bolsillo y un poco de brillantina en el pelo para que no se levantara de llevarlo lamido hacia atrás como los hombres, si no te comías el mundo, sí en muchas ocasiones te salías de él y volabas con los sueños de la imaginación porque todos teníamos un futuro y, por no conocer, no conocíamos ni el nombre del gobernador ni, casi, el del alcalde de nuestra localidad.



No fueron tiempos mejores, pero sí de mucha mayor dignidad entre las gentes de la calle, y sin ningún tipo de restricción en lo referente a la posibilidad de brujulear por un sueño, aunque después los sueños solo se hicieran realidad en lo económico en los mismos de siempre.

Pero esta mañana me he levantado acordándome de la peseta. Anoche estuve de cena y nos pegaron un tirón de la cartera que, sin necesidad de salir corriendo el camarero, se quedó con muchos posibles para días sucesivos. Y es en ocasiones así cuando suelo preguntar por activa y por pasiva a los que entiendo que entienden mucho más que este siervo entre los siervos en temas de economía y relaciones comerciales.

Y hasta ahora parece que todos cobran de la misma cuenta de la que cobran los tertulianos porque repiten los mismos conceptos apañados, gastados, tristes que repiten los tertulianos de los medios cuando quieren justificar que el euro ha sido una bendición para España e, inmediatamente, siguiendo en la misma línea mis preguntados, me indican amablemente que analice a Grecia.

Servidor, de Grecia, por parte del fuerte calor, y que cuando uno iba por allí las griegas no eran muy amantes de la depilación facial, poco más puedo decir, salvo que en la mar, la flota griega era algo digno de respetar, en especial los buques cisterna dedicados al transporte de petróleo crudo, y una poderosa flota de transbordadores. Por lo demás, ni tenía ni tengo –y creo que nuestros tertulianos, tampoco– idea de nada, por fuera del guión que les preparan para llegar a cobrar su servilismo, no oficio ni profesión, a fin de mes.

Pero es más, es que lo que servidor quiere saber no son asuntos referentes a los griegos. Lo que me gustaría es que alguien me dijera con equidad las ventajas e inconvenientes de estar España en el euro, en relación a las ventajas e inconvenientes de estar en España regidos por la añorada, en mi caso, peseta.

Hasta ahora, al margen de que a los preguntados, sin ser tertulianos, todos me han puesto de ejemplo algo desconocido para mí como lo es Grecia, los más informados hasta ahora, con cierto aire de sabihondos y de espías al servicio de la ¿Inteligencia? del país, me han indicado que gracias al euro no tenemos un golpe de estado por semana, al más y mejor estilo de militares aburridos en los cuarteles.

Claro, repuestas así no pueden convencer a nadie, porque carecen de información sostenible. Y como servidor, el apellido que lleva, Palmis, desciende de un dios mitológico griego menor –el que regía y gobernaba en la fértil Arcadia griega cuando los esteros abundaban mucho más que los pedruscos de ahora y Hércules podía ir por el lugar a cazar aves monstruosas yendo de vacaciones desde Tánger–, barajando relaciones de mis antepasados, míticas y no tan míticas, algunas muy reales y verificadas, nos han dejado claro que así como el arreón romano fue impuesto por la fuerza, y qué decir del cristiano, el mundo helénico, su forma de ser y pensar de mis mayores, jamás se impuso por la fuerza.

Y fue precisamente Andalucía en Occidente la excepción donde se acumuló todo el saber inteligente y democrático griego, de gentes monoteístas antitrinitarios, plenos herederos del dicho saber helénico, que no solo nos enseñaron a pensar y nos dieron las bases de los sueños, sino que los hebreos y romanos que enumeraban con letras y desconocían el valor del cero y los decimales, fue Andalucía la que acogió con entusiasmo la importancia de saber álgebra, trigonometría, y la aritmética, base de todas las matemáticas, las siguió estudiando y las consolidó en el saber humano.

Por tanto, la cuna del saber occidental, Andalucía, el sur español, todas estas tierras de cielos de abundancia de azul, gentes semitas que siempre hemos mirado –no voy a decir con malaje– a los indoeuropeos, que siempre huelen al río Danubio, pero nos gusta mucho más a cómo huele el Guadalquivir y la mar Mediterránea.

Y hasta que no surja un listillo que me explique bien –no estilo papagayo– las ventajas del euro sobre la peseta, si existe alguna real por encima de lo que es pura y puñetera especulación, aunque solo sea por olores y recuerdos, que nos dejen con la peseta y con el saber contar y hacer cuentas, que gracias al empeño de la gente del sur, conocemos. Salud y felicidad.

JUAN ELADIO PALMIS