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Fernando Fabiani: "No podremos curar la crisis, pero la sanidad pública debería permanecer para siempre"

Médico, actor, experto en coaching, amante del chocolate y de la vida, Fernando Fabiani (Sevilla, 1975) cuenta las historias inconfesables de un médico de familia en Vengo sin cita, un libro para conocer más de cerca la atención primaria en la sanidad pública sin que este diagnóstico certero sea incompatible con una carcajada. Un libro que solo provoca dolor de estómago: de la risa.



—¿Cuántos enfermos te llegan sin cita previa a la consulta?

—Más de los que quisiera y menos de los que la situación actual haría previsibles. Muchos de ellos necesitan realmente venir sin cita, y hay otros que vienen por los motivos más insospechados.

—¿Ejercer la Medicina hoy con la competencia de Google os complica la vida demasiado?

—Hay compañeros que dicen que sí. Yo creo que la consulta en Google es inevitable y lo que tenemos que hacer es orientar a las personas dónde Google es fiable. Es decir, dar las fuentes donde miras.

—Para Teo, tu personaje, un tipo tirando a hippie, no es fácil ser médico hoy. ¿Tanto ha cambiado la profesión?

—Ha cambiado muchísimo. Los médicos nos adaptamos o quedamos en el intento. Los pacientes van necesitando otras cosas y nosotros, como médicos de familia, tenemos que dárselas.

—Su libro parte de experiencias propias y de colegas del gremio. ¿Aún te saludan por los pasillos?

—Aún sí, pero igual es que todavía no se han terminado el libro (ríe). No sé. Dentro de un mes te contesto.

—Médico de familia, actor, director de teatro y formador en presentaciones creativas. Con razón no hay trabajo para los demás.

—La verdad es que tengo algunas cosas pendientes que hacer, pero todavía no he encontrado hueco. Bueno, no todo lo que hago es remunerado. Quito trabajo pero a lo mejor no sueldo (ríe).

—Trabaja sin cronómetro para dedicar a sus pacientes el tiempo que necesitan. ¿Sueles almorzar con los pacientes en la consulta?

—No. Almorzar, no. Pero hay veces que llega una hora a la que te apetecería tomar al menos una tapa.

—Amante del chocolate negro y de la vida. Considerando que eres médico, ¿en ese mismo orden?

—Pese a ser médico, por ese mismo orden. El chocolate es un ingrediente fundamental para disfrutar de la vida.

—Manu Sánchez, que prologa su libro, escribe que al médico uno no va solo si tu madre puede evitarlo. ¿Cuánto de verdad queda de este mito?

—Muchísimo. Lo que pasa es que a veces la madre se convierte en la mujer, o en la abuela, o en la hermana. Pero la imagen sigue permanente.

—Escribe el humorista en el mismo prólogo que no hay nada más duro que una dieta blanda.

(Ríe). La dieta blanda es un clásico que es difícil de llevar. Ya sabéis que los médicos lo primero que hacemos es quitaros cosas que os gustan y cosas que os satisfacen. Y eso tendríamos que hacérnoslo mirar los médicos.

—¿La crisis os ha tratado a los médicos como al resto de los ciudadanos o todavía os sentís unos privilegiados?

—Somos privilegiados los que tenemos trabajo, pero hay muchos médicos que están con contratos terribles. Y los que tenemos trabajo es verdad que las condiciones laborales sí se han venido muy abajo. Pero las comparaciones son odiosas. Teniendo trabajo, creo que está muy feo quejarse.

—Tú, que sabes de diagnósticos. ¿Cuánto le queda de vida a la sanidad pública?

—Quiero pensar que la sanidad pública tiene una enfermedad crónica, que se llama crisis, pero que nunca va a poder con ella. No curaremos la crisis, pero la sanidad pública debe permanecer para siempre. Y ese debe ser nuestro propósito.

—El libro recoge algunas perlas de sus pacientes. Esta, por ejemplo: “Tomo alpiste para bajar el colesterol. Los pájaros lo tienen bajo… ¿no?”.

—Bueno, lo del colesterol es una cosa que me preocupa especialmente, porque hemos generado tal pánico con el colesterol, con algunos intereses comerciales, que tenemos que empezar a desmontarlo. Ese miedo no es normal ni sano.

—O esta otra: “Me duele el estómago desde que me presenté a la Reválida de Sexto”. ¿Esos son los dolores de la nostalgia?

—Sí. Los dolores que tenemos de toda la vida nos acompañan desde el principio y, aunque el médico no tenga solución, buscamos otra y otra opinión hasta que una nos deja satisfechos.

ANTONIO LÓPEZ HIDALGO
FOTOGRAFÍA: FERNANDO FABIANI