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Aureliano Sáinz | Nuevas familias

Recientemente he dirigido un trabajo fin de grado o, lo que es lo mismo, trabajo fin de carrera, cuyo tema era el estudio de las diversidades de formas familiares que se dan en la actualidad en los países desarrollados, dado que cuando se habla de la familia se piensa en un único modelo, sin tener en cuenta que las transformaciones sociales han llevado también a que se produzcan nuevas formas de familias, que debemos considerarlas.



Un claro avance en nuestro país fue la legalización del matrimonio igualitario por el cual dos hombres o dos mujeres podían casarse. A pesar de los discursos apocalípticos prevenientes de los sectores más conservadores, lo cierto es que se siguen formando parejas heterosexuales, que casadas o unidas libremente deciden tener hijos para ampliar la familia que ya de por sí forman ambos dos.

Desde hace tiempo, había reconocimiento de las familias monoparentales, que son aquellas que cuentan con una sola figura paterna o materna, fuera porque la mujer deseara tener sola descendencia o porque uno de los cónyuges hubiera fallecido.

También la familia adoptiva, con o sin descendencia previa de la pareja, se ha extendido y normalizado, de modo que los hijos o hijas adoptados cuando son informados por sus padres adoptantes no se sienten fuertemente impactados, como sucedía años atrás en el que el secretismo era la norma y la información de un hijo o una hija adoptados que la obtenía, por ejemplo, de sus compañeros de colegio les resultaba un choque brutal.

De todos modos, la modalidad que se ha extendido, tanto en nuestro país como fuera del mismo, es la de las familias reconstituidas, es decir aquellas que se forman tras el divorcio que anula el vínculo que unía a un hombre y una mujer en matrimonio.

Sobre las familias reconstituidas ya escribí un par de artículos hace tiempo (Tras la ruptura, nuevas familias y Familias reconstituidas) y si lo hago de nuevo es para aportar los cambios emocionales que se dan en aquellos escolares cuyos padres, tras la ruptura, han decidido formar nuevas familias.

Puesto que, tal como he apuntado, el ampliarse el número de familias reconstituidas conlleva que niños o niñas acepten con más tranquilidad la aparición de un nuevo hermano o hermana no perteneciente a sus dos padres biológicos.

Como veremos, a través de los dibujos que he seleccionado suelen integrar aceptablemente a la nueva figura paterna o materna, así como a los nuevos miembros que llegan a esas familias reconstruidas.

Para que veamos cómo responden emocionalmente los escolares que se encuentran en esta situación, he seleccionado seis dibujos que van desde edades muy pequeñas, es decir, de 4 años, hasta de niños que se encuentran en sexto curso de Primaria y que tienen 11 años.



En esta escena familiar de un niño zurdo de 4 años, comienza dibujando a su madre por la derecha; a continuación, se representa sí mismo; pasa a dibujar a la nueva pareja de su madre; y, por último, ya en la izquierda, a la hija que aporta su padrastro y que él la describe como su hermana. Los cuatro miembros los traza dentro de la casa que ocupa toda la lámina.

El pequeño autor ha trazado el grupo con total normalidad, explicando cada uno de sus miembros y sin que se sintiera cohibido ante la nueva situación que está viviendo.



Este segundo dibujo pertenece a una niña de 8 años, que, al ser diestra, comienza a trazar las figuras de izquierda a derecha, de modo similar a la dirección de nuestra escritura. La situación familiar de la autora cambió cuando sus padres decidieron divorciarse: tanto ella como su hermano se quedaron a vivir con su madre y su padre optó por buscarse un nuevo domicilio.

Pasado el tiempo, la madre decidió formar una nueva pareja, creando lo que llamamos una familia reconstituida. En este caso, la autora del dibujo a la pareja de su madre le denomina por su nombre, Antonio, de igual modo a como lo escribe dentro del dibujo que realiza.



Hay dibujos, como es el caso de este niño de 9 años, en los que aparecen no solo la familia de partida, sino los nuevos miembros, junto a abuelos o primos. Es lo que nos manifiesta este chico de cuarto curso de Primaria, que a la hora de dibujar a la familia la realiza con 12 miembros.

Comienza por la parte inferior, de modo que, inicialmente, se dibuja a sí mismo; pasa a su hermana; después a su madre y, en cuarto lugar, a su padre. Si añadimos que en quinto lugar traza a la mascota familiar, cerraríamos con la familia en la que vivió el autor de pequeño. Sin embargo, al lado de su padre, el sexto personaje, ha dibujado a la “pareja de papá”, tal como él indica y “su hijo”, que lo expresa con una flecha. Al lado de la pareja de su padre ha ubicado a su abuela; y en la parte superior a otros miembros de la familia.

Comprobamos que el autor de este dibujo no tiene problemas para describir a todos los miembros que para él forman, de un modo u otro, su familia.



Avanzamos en las edades y nos situamos en los 10 años, que son los que tiene la autora del trabajo precedente. Al pedir en la clase en la que se encontraba que representaran a la familia, la niña nos entregó el dibujo en el que, inicialmente, aparece ella, seguida de su padre y de su madre. Puesto que sus progenitores se habían divorciado y habían comenzado una nueva vida con otras parejas, la autora no tiene problemas de incorporarlos, de modo que el cuarto es su “padrastro” y la quinta su “madrastra”, tal como ella lo ha escrito.



Encontramos casos en los cuales los niños se muestran como los puntos de unión de las nuevas familias que se han formado a partir de la separación de sus padres. Es lo que sucede con el dibujo de esta niña de 11 años que comienza dibujándose a sí misma para pasar, posteriormente, a trazar a su padre y a su madre a ambos lados y a los que coge de las manos. Como podemos observar, la chica lleva un corazón dibujado en la camiseta.

Tras el dibujo de ellos, pasa a su pequeño hermano, en la izquierda; y ya en la derecha a la nueva pareja de su madre, cogida también de la mano y al niño que han tenido estos últimos.

En este caso, tal como he apuntado, la autora se muestra como el enlace de la nueva familia que su madre ha formado con la precedente, en la que se encontraban su padre y su hermano.



Cerramos este recorrido por las familias reconstituidas con este curioso dibujo de una niña de sexto curso de Primaria. Como podemos comprobar, inicialmente comienza trazando a su hermano y su abuela, para pasar a ella en el centro y, en la derecha, a su padre y a su madre. Sucede, no obstante, que sus padres no hacía mucho que se habían divorciado, de modo que su madre se casa de nuevo con un también divorciado que tiene tres hijas.

La chica parece que asume que su familia se ha ampliado con el nuevo marido de su madre, por lo que decide dibujar a sus tres nuevas hermanas, a las que denomina “hermanastras”, que las dibuja en tamaño pequeño en los espacios que dejan los primeros miembros.

Por el grupo final, comprobamos que la chica acepta a sus nuevas hermanas, aunque la nueva pareja de su madre no le cabe, ya que ha trazado ocho personajes, que son muchos.

AURELIANO SÁINZ