–Ella, era ella –retornó la voz de Cardenal–. Encarnación, sí, no había duda. Vestía unos vaqueros muy ajustados que le sentaban de maravilla; una camisa abierta hasta el ombligo y con los senos… en fin; un collarón de dos vueltas y unas botitas con tacón de aguja; los ojos de ceniza…
–Pues aprovecho y le pregunto. ¿Tiene algún problema… emocional el señor Castilla? –La preguntita… Mire, y quién, no. Yo hablo de actitud. De cómo se gobierna la ambición. De cómo se entra y se sale de… ¡Bah!, mala idea, déjelo, se despistará –se hartó. Era un tipo nervioso el per…
Serían las siete de la mañana de un día que se anunciaba esplendoroso, cuando me importunó el señor Flores; se escuchaba un zumbido, un martilleo, el zumbido, el martilleo, y así, a ritmo, mezclado con voces. El hombre ya viajaba (a juzgar por el ruido, en un tren), tal como afirmara la …
–No me haga usted caso ‒rechazó el señor Flores, despabilado así mi airado ensimismamiento‒. ¡Ah!… algo se me olvidaba –me señaló, de broma o enigmático–, le daba vueltas… y lo acabo de recordar, puede que le sirva. Él, Cardenal, el periodista, resulta que es amigo de Castilla, surgió el…
–Fascinante… ¿verdad? Estaría mirándolos un año entero. Palestri y yo veraneamos juntos, cuando niños. Nuestras familias coincidieron muchos veranos. –Cada cual a lo suyo –se me ocurrió decir. –Creo que a usted lo he confundido con mis palabras –alargaba Flores algún comentar…
–Me lo imagino, sí –repuse, con el provecho de un gato lamiendo una raspa. –Pues entonces sigamos con lo que aportan y se llevan la alcaldesa y demás autoridades locales. Al principio se mostraron muy renuentes; es curioso, nunca te dicen que no, pero cuando les presentamos el p…
Silueta gris claro con aguas de seda, entremetió su atezada jeta un desenvuelto maduro, de buena hechura: al parecer, donaba por doquier la gentileza de su sonrisa y nos ofrecía una muestra: franca, confianzuda, fresca de lociones y aires marineros. Vi cómo se le escapaba el mohí…
–¡Ay, presidente, presidente! ¡Francis, Francis, Francis! ¡Estoy tan emocionada…! “El ataque, si lo era, me pilló desprevenido: no entendía el porqué…”. Prieta la desbordante pechuga, cadena con pedrería adornando la robusta tersura del cuello, se entremetió una matrona de tall…
Próximo al traspié, subí a un taxi. El humo del día, sus franjas se adensaban en los negros deslices del asfalto y acá se venían, con halos y chispas de faros y escaparates, contra el fino traqueteo de la ventanilla. “…pensaba en alguien, alguna vez: la hermosa distancia que pasearon m…