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Los presupuestos de la desunión

Los Veintisiete se reúnen para decidir cuál será el presupuesto de la Unión Europea (UE) entre 2014 y 2020. Sin embargo, esta reunión está marcada por una fuerte división entre los socios europeos. Una de las principales reivindicaciones que los europeístas hacían a los distintos gobiernos de la UE era, y sigue siendo, que dotaran de un mayor presupuesto a la Unión, que rondaba el 1 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB) europeo. Ahora no sólo no se va a aumentar el presupuesto sino que, además, va a recortarse unas décimas.

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Ese presupuesto va dirigido a las instituciones comunitarias y, también, a las políticas comunes, como las agrícolas o las de integración. De hecho, las partidas que van destinadas al apoyo de la agricultura, la cohesión y a las regiones son las más afectadas.

Hay tres claves para comprender la oposición. En primer lugar, la cuestión del recorte, porque hay países e instituciones que defienden una mayor integración e instituciones más potentes, lo que requiere financiación. Un ejemplo es el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, que ya ha calificado de "inaceptables" estos presupuestos. De hecho, en la reciente Cumbre Iberoamericana celebrada en Cádiz, defendió una mayor integración con una mayor financiación.

En segundo lugar, quién paga y quién deja de cobrar. Países vulnerables como España tienen que ver cómo se les reduce las ayudas e, incluso, tienen que pagar más. Los recortes del presupuesto presentado por Van Rompuy, presidente del Consejo Europeo, suponen casi 20 millones menos para nuestro país.

Finalmente, juega un papel clave la diferencia entre el Eurogrupo (17 miembros que tienen como moneda el Euro) y la Unión Europea (27 miembros, dentro de los que están los miembros del Eurogrupo).

Los países que están fuera de la Unión Monetaria no quieren pagar facturas –aunque sea de forma indirecta- a los que se encuentran en problemas por el Euro. Reino Unido es el principal defensor de esta postura, pidiendo incluso un recorte mayor, bajo la amenaza de vetar las Cuentas. Por otro lado, hay ciertos países del Eurogrupo que tampoco quieren pagar la factura, como es el caso de Alemania o Finlandia.

El debate sobre los presupuestos no sólo es una cuestión de quién da más, sino que es un barómetro del nivel de implicación y de fe en la Europa Unida por parte de los distintos países. Los más débiles se juegan mucho y el futuro de la Unión a medio plazo depende de estos presupuestos. Estamos hablando de un presupuesto para los seis años centrales de la crisis.

Si los líderes europeos piden mayor integración, como están haciendo, esa unión tiene un coste. Una integración supone mejores instituciones y más políticas comunes, y eso requiere dinero. No es una opinión, es un hecho lógico y racional. Habrá que ver la posición de Reino Unido tras la reunión, pero todo parece apuntar a que habrá que esperar a febrero para llegar a un acuerdo.

RAFAEL SOTO
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