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La musa opositora

Toda Venezuela ha estado pendiente en estos días de la declaración ante la Fiscalía 20º Nacional de la exdiputada de la Asamblea Nacional María Corina Machado Parisca. Musa de la Oposición anti Maduro, tan amada por los suyos como odiada por los hijos del Comandante, está próxima a entrar en la cárcel por cargos de intento de magnicidio y conspiración contra el Estado.

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A lo largo de su carrera, Machado ha sufrido numerosos reveses. Uno de los más sonados fue una agresión física en 2013, llevada a cabo por políticos oficialistas en la propia Asamblea Nacional. La agresión no pudo ser reparada por el aforamiento de los agresores.

Nunca aceptó la legitimidad de Maduro, acusándolo de falsear los resultados de las Elecciones Presidenciales de 2013. En marzo de 2014, su apoyo a las protestas de la oposición le costó cara. Diosdado Cabello, presidente oficialista de la Asamblea Nacional, aprovechó su aceptación del cargo de embajadora alterna de Panamá ante la Organización de Estados Americanos (OEA) para expulsarla de la Asamblea. Aunque como se puede comprobar más adelante, es cierto que existe un fundamento jurídico, la motivación política es tan evidente como oportunista.

El artículo 149 de la Constitución de 1999 establece claramente que “los funcionarios públicos y funcionarias públicas no podrán aceptar cargos, honores o recompensas de gobiernos extranjeros sin la autorización de la Asamblea Nacional”.

Efectivamente, no se contó con la aprobación de la Asamblea, si bien el artículo 191 dejaba la puerta abierta a la participación en otras actividades: “Los diputados o diputadas a la Asamblea Nacional no podrán aceptar o ejercer cargos públicos sin perder su investidura, salvo en actividades docentes, académicas, accidentales o asistenciales, siempre que no supongan dedicación exclusiva”.

Finalmente, el artículo 197 establece, entre otras cosas, que “los diputados o diputadas a la Asamblea Nacional están obligados u obligadas a cumplir sus labores a dedicación exclusiva”.

Por tanto, es cierto que existía una base jurídica para despojarla de su acta de diputada y, por tanto, de su inmunidad. Rápidamente, en pocas semanas, el Tribunal Superior de Justicia corroboró la decisión de Cabello. En la siguiente sesión, cuando Machado fue a la Asamblea acompañada de una gran multitud, se le negó la entrada en el edificio.

Sin embargo, mucha menos base jurídica tienen las acusaciones que hacen que esté declarando ante las autoridades. Tal y como se explicó en La Fiesta Mexicana, Machado fue acusada de participar en una conspiración para derrocar, primero, a Hugo Chávez y, después, a su sucesor, Nicolás Maduro.

Pocos días después, fue acusada también de colaborar en un supuesto intento de magnicidio contra la figura de Maduro. Las principales pruebas en ambos casos, unos correos electrónicos. De estos cargos se defiende ahora ante la Fiscalía 20º Nacional, apoyada por numerosas personalidades de la oposición venezolana, entre las que destaca Lilian Tintori, esposa de otro opositor caído en desgracia, Leopoldo López.

Tal vez uno de los puntos más llamativos del caso de Machado haya sido la reacción internacional o, mejor dicho, la falta de ella. De nada le ha valido a la exdiputada su aparición en numerosos foros internacionales y el haber escrito varios artículos defendiendo su inocencia: apenas se han movido las organizaciones internacionales para ayudarla.

Recientemente, Machado ha solicitado la protección de la OEA ante lo que considera un claro caso de persecución política, aunque no se espera nada más allá de un simple apoyo verbal. Está sola. Pocas organizaciones internacionales se van a atrever a intervenir en un proceso penal de estas características.

Consciente de su situación, su estrategia política se sustenta en estos momentos en intentar dañar la imagen de las instituciones venezolanas, con la finalidad de elevar el coste político de una posible condena contra su persona.

Un capítulo más de la persecución política en Venezuela. Mientras, la oposición sigue en la calle, pero muy dividida. Las acusaciones de colaboracionismo a la Mesa de Unidad Nacional y la condena de estos de la violencia como forma de expresión política no han hecho más que ahondar en la desafección política de la ciudadanía.

Pero María Corina Machado sigue manteniendo el apoyo de ambas posiciones cainitas, inspirando la rebeldía de una oposición que parece olvidar lo que se está jugando.

RAFAEL SOTO