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Un forastero en la Feria de Montalbán

Mi padre llevaba tiempo animándome a que le acompañara a Montalbán de Córdoba, un pueblo de la Campiña Sur famoso por el cultivo de ajos y melones. Mi padre se dedicaba a la compraventa de ajos al por mayor y, como buen comerciante valenciano, recorrió media España y gran parte del extranjero vendiendo sus productos. Lo curioso es que nunca me invitaba a acompañarle a ningún sitio, excepto a Montalbán.

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Mi padre falleció hace unos meses, así que decidí ir yo solo, como homenaje personal en agradecimiento por toda una vida dedicada a sacar a su familia adelante, demostrándonos su amor a diario. Además, tenía una curiosidad enorme y unas ganas tremendas de estar en ese pueblo y vivir en primera persona lo que mi padre había sentido a lo largo de muchos años.

La aventura comenzó este lunes. Cogí un AVE en Valencia hacia Madrid, realicé unas gestiones y, a primera hora de la tarde, ya estaba en dirección a Córdoba. Al bajarme en la estación de la capital caí en la cuenta de que no había reservado habitación, pero recordé que mi padre me hablaba de un hotelito situado en la estación de servicio de Montalbán en el que se quedaba siempre. Alquilé un coche, busqué el teléfono del hotel, reservé habitación y me puse en camino hacia Montalbán.

Ya eran casi las ocho de la tarde cuando entré en el pueblo. La sorpresa fue mayúscula al ver el pueblo engalanado. Era como si me estuvieran esperando. Pregunté a un amable abuelete por la gasolinera y el hotel, me indicó y atravesé el pueblo comprobando que estaba en fiestas. El destino había hecho que yo eligiera la fecha de la Feria de Montalbán para ver y disfrutar in situ del municipio del que tanto me hablaba mi padre.

Al llegar al hotel todo fue amabilidad: me aconsejaron dónde comer, qué visitar, dónde estaba la piscina pública, la Biblioteca, el Ayuntamiento, el Mercado de Abastos y, sobre todo, la Feria.

Me di una buena ducha y me dispuse a dar un paseo hasta el pueblo. Hay un buen tramo, sobre todo en cuesta, pero me apetecía mucho oler, sentir y vivir las mismas sensaciones que habían llevado a mi padre a querer tanto a este pueblo y a sus gentes.

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Ya en las calles del pueblo, a la altura del Ayuntamiento, me paré y me tomé un cerveza. Allí ya empecé a comprobar la amabilidad de la gente de Montalbán, ya que sin conocerme de nada me estaban invitando a bajar al final de la calle principal para visitar la Feria.

"Baje usted a la Feria de Día, que este año es novedad y está teniendo mucho éxito". Le hice caso al amable tabernero y me encaminé en dirección a la Feria. La gente se divertía de lo lindo: los niños en las atracciones de Feria, los jóvenes y no tan jóvenes disfrutando del baile y la fiesta.

Yo me contagié de ese ambiente y pronto comencé a mover la pierna, mientras tomaba una copa de vino de la tierra a la que, amablemente, ya me habían invitado. Las horas pasaron entre cervezas, vino y tapas, conociendo gente e invitándome a acompañarles a la Caseta Municipal, donde había actuaciones.

También fui al encendido del alumbrado y a la zona de Feria de Día, que se había convertido en casetas jóvenes con un ambiente maravilloso y casi por arte de magia. Me gustó el hecho de que a esta zona le llamen "Los Chiringuitos". Mucho mejores que los de la playa, dónde va a parar…

Pero el viaje, la fiesta y la emoción de estar en el pueblo del que tanto me hablaba mi padre habían dado conmigo y ya pedía una cama a gritos. Así que regresé al hotel y quedé dormido apenas me tendí en la cama.

Al día siguiente, a eso de las 9.00 de la mañana, me levanté y ya con el coche, di un buen paseo por el pueblo. Al mediodía pasé por la piscina y me refresqué un rato, preparándome para la Feria. Mis intenciones en este viaje eran las de estar tranquilo, pasear, comer bien y dormir.

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Sin embargo, la historia había cambiado: el homenaje a mi padre iba a consistir en disfrutar la Feria a tope. A las 15.00 ya estaba en la Feria de Día. Así, hasta bien entrada la noche: comiendo, bebiendo primero en la Feria de Día y luego en las casetas del Casino y de Izquierda Unida, donde probé la tortilla de patatas más buena del mundo.

El miércoles fue el día que reservé para conocer a los proveedores y amigos de mi padre. Me enseñaron las instalaciones de sus fábricas y sus casas. Me invitaron a comer en Casa Angelita y yo los invité a pasar un rato de fiesta en la Feria de Día, cosa que hicimos y disfrutamos de lo lindo, sobre todo yo, cuando me contaban historias de mi padre en Montalbán.

Hoy es viernes, el día que se clausura la Feria. La fiesta continuará seguro hasta bien entrada la madrugada: habrá juegos para los niños, baile, fiesta y fuegos artificiales. Pero, sobre todo, habrá buena gente, buen vino y buena comida, además de preciosas mujeres.

Montalbán y su feria enganchan. Ahora comprendo y entiendo por qué mi padre quería que le acompañara a Montalbán. El año que viene me apunto, pero con la familia entera. Gracias Montalbán. Gracias papá.

FRANCIS SALAS
REPORTAJE GRÁFICO: JOSÉ ANTONIO AGUILAR
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