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El Consejo Regulador mantiene la vigilancia frente a la oruga peluda en viñedos de la zona Montilla-Moriles

El Consejo Regulador de la Denominación de Origen Protegida (DOP) Montilla-Moriles no baja la guardia frente a la oruga peluda, un lepidóptero que ataca a cultivos como las habas o la vid y que, de no atajarse a tiempo, es capaz de causar “auténticos estragos” en las plantaciones.



Tal y como explicó ayer a Andalucía Digital la responsable del Aula de Viticultura, Ángela Portero, "la incidencia de oruga peluda todavía es manifiesta en los pagos que presentan una brotación más tardía", aunque los ejemplares que aún son visibles en algunas viñas "están a punto de enterrarse" para afrontar los meses más calurosos.

Pese a los esfuerzos que se han llevado a cabo desde el Consejo Regulador –que periódicamente publica un boletín con información y consejos sobre tratamientos–, la incidencia de oruga peluda en la zona Montilla-Moriles "ha sido alta este año" y, de hecho, "ha habido daños en algunos pagos", tal y como reconoció Ángela Portero.

Los primeros nidos de oruga peluda se detectaron el pasado 20 de diciembre en parcelas sin labrar del marco Montilla-Moriles. Tal y como detalló la responsable del Aula de Viticultura, las temperaturas anormalmente altas que se han registrado en los dos primeros meses del año "han provocado un adelanto de la brotación en las viñas de unos 25 días", coincidiendo así con el ciclo vital más activo de las orugas. "Precisamente ese es el peligro", recalcó Portero. Y es que las orugas errantes se alimentan de las yemas principales, lo que obliga a la planta a brotar una yema secundaria que ya no presenta racimos, por lo que genera una importante pérdida de cosecha.

Por este motivo, el Consejo Regulador anima a los viticultores que detecten en sus viñedos las características telarañas que teje este lepidóptero a "seguir controlando sus vides, especialmente si presentan una brotación tardía", dado que es en marzo cuando alcanzan el tamaño suficiente para dispersarse por la viña, atacando las yemas recién brotadas.

Y es que, como insisten desde el Aula de Viticultura, “la presencia de telarañas en terrenos que no se labran es importante y las consecuencias para el viñedo pueden ser serias en el caso de que la brotación de las cepas se adelante y coincida con la diseminación de las orugas”, de ahí que se recomiende un control de las colonias de forma "localizada", siendo necesario tratar todo el viñedo únicamente cuando las orugas estén ya repartidas por todo el cultivo.

Las colonias de oruga peluda son capaces de recorrer hasta 300 metros de distancia, permitiendo que, al año siguiente, “estén separadas y no compitan por el alimento”. En los últimos estadios del desarrollo, las orugas errantes se alimentan vorazmente y son las que dañan el viñedo por lo que, en su caso, es preferible acometer la destrucción de las colonias cuando están agrupadas. “En este momento, el control es más económico y tiene un menor impacto ambiental”, añaden desde el Aula de Viticultura.

En ese sentido, los expertos recomiendan recorrer las lindes de las viñas y terrenos aledaños “en las mañanas con rocío”, dado que las telarañas adquieren un característico color blanquecino y brillante que facilita su localización. “Las colonias pueden destruirse con lamparillas o pisándolas, cuando aún son pequeñas, especialmente en viñedos ecológicos o en parcelas que tengan limitado el uso de productos químicos”, recalcan desde el máximo órgano de control de los vinos cordobeses.

Aunque pueden aplicarse insecticidas autorizados en terrenos sin labrar, lindes, bardales u olivares con cubierta vegetal, desde el Aula de Viticultura del Consejo Regulador advierten que los tratamientos generalizados en el viñedo pueden eliminar también los insectos auxiliares que controlan los focos de araña, de ahí que se suelan recomendar acciones “más selectivas” y “focalizadas”, centradas exclusivamente en la erradicación de la oruga peluda.

J.P. BELLIDO / REDACCIÓN
FOTOGRAFÍA: JOSÉ ANTONIO AGUILAR