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El Consejo Regulador insta a los viticultores a recolectar la uva en las horas menos calurosas de cada jornada

Garantizar la calidad de los vinos y vinagres que se elaboren bajo el marchamo de la Denominación de Origen Protegida (DOP) Montilla-Moriles. Ese es el objetivo de las Normas de Vendimia que ha aprobado esta semana en pleno el Consejo Regulador y que traslada a viticultores, bodegas y cooperativas del marco vitivinícola una serie de recomendaciones que deberán seguirse obligatoriamente durante todo el proceso de recolección.


De esta forma, el máximo órgano de control de los vinos cordobeses recomienda a los viticultores cortar la uva que se pueda molturar en el día, preferentemente por la mañana, cuidándola durante el transporte al lagar. Con esta medida, se pretenden evitar las fermentaciones anticipadas en las lonas utilizadas para el transporte del fruto, así como la aparición de levaduras no aptas, que actuarían en detrimento de la calidad de los vinos.

Con todo, el porcentaje de uva recolectada en horas muy tempranas es mayor cada año, gracias, en parte, a la recolección mecanizada, una modalidad de trabajo que se concentra entre las 4.00 de la madrugada y las 10.00 de la mañana y que permite cosechar una gran cantidad de racimos a salvo de las elevadas temperaturas que se registran en la Campiña en las horas centrales de la jornada.

Este sistema que lleva en práctica en Montilla-Moriles desde hace dieciocho años permite que la entrada del fruto en el lagar se registre a horas en las que el calor se acusa menos, lo que asegura la máxima calidad de la cosecha. Y es que, como coinciden algunos expertos, "los aromas primarios de la uva, que son los que nos recuerdan a la variedad, permanecen a temperaturas bajas, de manera que fermentar por debajo de los 21 grados centígrados es fundamental para conservarlos".

Como en años anteriores, el Consejo Regulador de la DOP Montilla-Moriles también ha instado a los viticultores a realizar dos cortas, dejando el tiempo necesario entre la primera recolecta de uva mayor y la segunda, con objeto de que el cencerrón madure de manera óptima.

Del mismo modo, los productores deberán desinfectar diariamente los vehículos, cajas y lonas que entren en contacto con el fruto, para lo que las bodegas deberán poner a disposición de viticultores y transportistas agua abundante para estos fines.

Además de exigir una graduación mínima en la uva mayor y en el cencerrón de la variedad Pedro Ximénez con destino a la elaboración de vinos generosos y dulces, el organismo presidido por Javier Martín insta todos los años a lagares, bodegas y cooperativas a separar el mosto yema del mosto color, al objeto de mejorar la calidad y corregir los excedentes de producción. En ese sentido, el servicio de Inspección del Consejo suele comprobar mediante aforos esta separación por calidades.

Para los lagares que no fermentan los caldos en depósitos metálicos con control térmico, el Consejo Regulador suele recomendar que se utilicen frecuentes rocíos en los conos para evitar su elevación, así como controlar la densidad de los mostos hasta el total desdoblamiento de los azúcares. Lógicamente, las normas de vendimia exigen el empleo de uva sana y madura para la elaboración de los vinos protegidos por la Denominación de Origen.

J.P. BELLIDO / REDACCIÓN
FOTOGRAFÍA: JOSÉ ANTONIO AGUILAR