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Pepe Cantillo | El suicidio

En estos tiempos que corren, con tantas urgencias, presiones y exigencias, la soledad puede llegar a ser un paréntesis deseado. Se convierte en el espacio para estar con uno mismo, con los pensamientos propios, las emociones, el disfrute o, simplemente, para tener la mente vagando por paisajes inventados.



En la entrega anterior tocaba muy por encima el tema de la soledad voluntaria o impuesta. Ciertamente sopla un airecillo que nos deja algo perplejos. Dicha soledad aparece en algunos momentos como un castigo que sufren en mayor grado bastantes personas mayores.

La prensa alardea de cuando en cuando sobre el tema. Incluso se habla de que dichas circunstancias son pista propensa para el suicidio. ¿Es posible? Sin embargo, el suicidio está también muy arrinconado por la prensa, según se puede comprobar en la lectura de los periódicos.

La curiosidad me ha llevado a escudriñar por distintos frentes. El tema es bastante amplio y con cierta complejidad. La misma prensa se autoacusa de pasar de puntillas por encima de estas noticias. Reconocen que el suicidio y la eutanasia están en el mismo rasero, solo que a la eutanasia le estamos encontrando algunos agujeros por donde poder colarnos legalmente, mientras que al suicidio no hay por dónde cogerlo hasta ahora. Es un tema al que siempre se le ha dado de lado y que se rehuye, ignorando tanto sus consecuencias como el daño que puede ocasionar.

Es como si hablar de dicho tipo de muerte diera mal fario. El suicidio no es de ahora: siempre ha estado presente entre los humanos por razones muy variadas. En Roma era el pan nuestro de cada día y no digamos nada del mundo griego,  amén de otros tantos pueblos que marcaron historia.

Modernamente, el suicidio ha prevalecido más en unos países que en otros pero, jugando con las palabras, digamos que en muchos países se le trata como un tipo más de muerte y sin que esté tan estigmatizado como en el sur de Europa. Parémonos un momento a pensar. Suicidios ha habido siempre, unas veces furibundos, otras solapados. Una breve pincelada sobre dos suicidios (condenas a muerte) que son algo conocidos en la historia de nuestra cultura.



Sócrates será condenado a muerte por el tribunal del gobierno de la ciudad (399 a. C.). La causa de dicha condena será que está corrompiendo a los jóvenes y que no cree en los dioses. El trasfondo de dicho asunto parece ser su oposición a la tiranía que ejerce Critias sobre Atenas.

Le dan a escoger cómo morir y beberá un vaso de cicuta que, según cómo se utilice, es un veneno o un fármaco aplicable a heridas y en intervenciones quirúrgicas. Tal pócima era de corriente uso en Egipto para liquidar a los presos y en Etiopía se usará en contra de algún rey.

Estudios posteriores dicen que la cicuta es un veneno horrendo, máxime si el jugo se obtiene de las raíces. El caso es que su uso era frecuente. La muerte de Sócrates fue representada en un cuadro, creación del pintor de estilo neoclásico Jacques-Luis David.

Lucio Anneo Séneca nace en el 4 d. C. en Córdoba y muere en Roma 61 años después. ¿Ha caído en desgracia o se ha pasado de rosca? La cuestión no está clara y es condenado a muerte. Famoso filósofo y orador, se dedica a la abogacía. Será nombrado pretor por el emperador Claudio. Lo destierran y, al volver, fue preceptor de Nerón.

Según la historia, el tal Nerón era una joyita… En la Puerta de Almodóvar se le recuerda a Séneca con una bonita estatua, obra del escultor Amadeo Ruiz Olmos. También existe una representación pictórica, obra de Manuel Domínguez Sánchez reflejando su muerte.



Se le supone implicado en una conjura contra el emperador Nerón y éste lo condena a muerte en el 65. Posteriormente le ofrece la posibilidad de suicidarse, que acepta para evitar represalias menos dignas. Se corta las venas y bebe la cicuta con toda tranquilidad (estoicismo senequista) en un banquete con algunos amigos. Su mujer también se corta las venas pero el “misericordioso” Nerón impide que muera.

Según los estoicos, la sabiduría y la virtud son la meta de la vida moral. Obedecer a la naturaleza será la forma de ser feliz, además de permitir superar deseos y temores. El sabio debe aprender a soportar la adversidad. Propugna el suicidio como una liberación.

Algún estudioso de Séneca apunta que está muy cerca del naciente cristianismo. Recordemos que el cristianismo no está de acuerdo con el suicidio. Séneca es un convencido defensor de la igualdad humana. De sus obras, los “diálogos morales”, “las cartas”, las “tragedias” y “los epigramas” son jugosas de leer.

Hago un paréntesis para explicar qué es la cicuta y como actúa. “Es planta de la familia de las umbelíferas, de unos dos metros de altura, con tallo rollizo, estriado, hueco, manchado de color purpúreo en la base y muy ramoso en lo alto, hojas blandas, fétidas, verdinegras, triangulares y divididas en gajos elípticos, puntiagudos y dentados, flores blancas, y semilla negruzca menuda. Su zumo es venenoso y se usaba también como medicina”.

Dicho “veneno preparado con el jugo de la cicuta” (sic) fue lo que mató a Sócrates. Tomarlo era una alternativa a cumplir con la condena a muerte. Conclusión: tanto griegos como romanos se atreven a ello, frente a otro tipo de muerte que consideraban podía llevar represalias menos dignas para el condenado.

Sigamos con el tema pero trasvasado a los tiempos actuales. El suicidio siempre ha sido un tema tabú entre nosotros. Era considerado como algo malvado, malo, denigrante e inconfesable. Si se suicidaba un familiar dicha información era ocultada. La familia se avergonzaba, sufriendo en silencio dicho incidente.

El comadreo comentaba los pros y contras, el por qué, el trato mejor o peor que había impulsado al suicida a dar dicho paso. Indudablemente quedan amplia raíces arraigadas en nuestra sociedad, sobre todo entre el personal más mayor. Aun hoy en día sigue siendo “la muerte que no queremos ver”.¿Razones? Pueden ser muchas y procedentes de variados frentes.

Hablaré más despacio en otro momento. Dado que al meterme por este caminito me he encontrado con distintas e interesantes informaciones sobre el tema. En nuestro país se suicidan unas diez personas al día, hasta tal punto que duplican las muertes por accidente de tráfico así como los homicidios y rebasan en buen número las mujeres muertas por violencia machista. Personalmente ya he escrito y atacado este tema en distintos momentos. Matar por matar ya lo hacen los animales.

Este comentario no es una flecha disparada al corazón de nadie. Quien sufre muerte por la causa que sea ya tiene bastante problema. Si acaso lo tomaría como un intento tímido de poner las cosas en su sitio, sin cargar tintas acomodadas a tejemanejes varios.

A la referencia anterior hay que añadir una amplia cantidad de intentos de suicidio. Las causas de este tipo de muerte en muchos casos están relacionadas con determinados contratiempos personales (enfermedades mentales, dependencias…); otros casos, sobre todo entre el personal más joven, parece que no cuentan con una clara razón.

Si de la vida no obtengo lo que esperaba puede que ello me acogote y tire la toalla sin dar más explicaciones. ¿Droga? ¿Supuestos fracasos? ¿Desengaños amorosos? Recordemos que vivimos en una sociedad donde pasarlo bien es lo más importante. Sí que es cierto que el suicidio por acoso escolar entra en dicha lista, aunque hay que matizar que, según la información que he manejado, el dato de muertes por esta razón no es muy elevado. De momento…

En contra de dicha razón hay que añadir el hecho de que hay suicidios motivados por una pérdida de sentido a la vida o causados por no soportar continuadas crisis de fuerte dolor emocional al que no se le ve fin. Y el suicidio está ahí como un convidado de piedra al que parece que no queremos ver. Desde luego no se le viene dando mucha importancia desde los organismos oficiales.

Últimamente aparecen voces referidas a dicho problema. Pero no son muy atendidas. Tenemos otros problemas que son de más prioridad y piden cancha a toda velocidad. La situación sociopolítica y sus enredos –aceptados unos; rechazados otros– piden paso. ¿Hay salida digna? En el caso del suicidio grecorromano, la magnanimidad del poder jugaba, después de condenar, a ofrecer salidas aparentemente dignas.

¿Nosotros? ¿Qué razones se pueden aducir para entender este tipo de muertes? Las razones pueden ser muchas y por supuesto variadas. Cada cual se supone que tiene una explicación que solo la entiende dicha persona. Un fracaso social, amoroso, profesional… En el fondo de la cuestión,  el sujeto ha entrado en crisis y digamos que está haciendo aguas.

Cierro estas líneas y este trabajo a medio recomponer porque lo que podría escribir hasta completar lo más y mejor posible da para editar un libro y no estoy ni en el momento ni en el sitio oportuno.Hay una frase del psiquiatra Saul Levine que es elocuente por sí sola: “En momentos difíciles, los seres humanos necesitamos personas cercanas que ayuden a aliviar nuestro dolor; y, en momentos felices, que validen y compartan nuestra alegría”. Añado yo: “pero no siempre tenemos la suerte de encontrar a esas personas”.

PEPE CANTILLO