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José Antonio Hernández | Nuestra Estrella de Oriente

Para orientarnos en los complicados caminos de la vida diaria y para evitar los riesgos de cometer errores debemos buscar e interpretar las señales que nos avisan de peligros y nos señalan destinos saludables. Desde la antigüedad, las estrellas eran las guías que conducían a los navegantes y a los viajeros de los desiertos, y la Estrella de Belén fue, según la tradición cristiana, el astro que orientó a los Reyes Magos al lugar del nacimiento de Jesucristo.


Más allá del significado teológico, la Estrella de Oriente simboliza la esperanza de superar las dificultades y de sortear los amenazantes nubarrones que, según algunos de los pronósticos, nos traerá el nuevo año. En mi opinión, deberíamos tener en cuenta las recomendaciones de los profesionales que, esperanzados, nos proporcionan orientaciones para esquivar el virus y para proteger la salud y el bienestar de los nuestros.

En estos momentos necesitamos prestar atención a los portadores de la estrella de la ilusión, la estrella del “volveremos a sentirnos esperanzados”, justo en el momento que empezamos a atisbar el fin de esta calamidad. Esta es la ocasión para fijarnos en la estrella que guía y nos reconforta en un mundo confuso y asustado, que nos orienta para seguir adelante disipando las penumbras de las angustias y ofreciéndonos con su brillo y con su luz unos acicates concretos en los que aferrarnos.

En mi opinión, podríamos confiar, sobre todo, en las personas próximas que, sin aspavientos y sin publicidad, se están dejando la piel ayudando a los más necesitados como, por ejemplo, los sanitarios, los miembros de ONG o de bancos de alimentos, de comedores sociales, y tantas y tantas personas que están dando un paso al frente para que las heridas de la pandemia sean menos dolorosas.

Estoy convencido de que la Estrella de Oriente, más que en los sermones piadosos pronunciados desde los elevados púlpitos y más que en los mensajes paternalistas o fraternalistas transmitidos desde confortables despachos y, por supuesto, más que en estas palabras transcritas en periódicos, está aquí mismo, muy cerca de cada uno de nosotros, en esa persona amable que nos ofrece una palabra cariñosa y un gesto de amistad.

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO