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Aureliano Sáinz | Niños y niñas de “color chocolate”

Me quedé muy sorprendido cuando María Isabel Mena, licenciada en Historia y magíster en Investigación Social Interdisciplinaria por la Universidad del Valle de Colombia, me indicó que los escolares de raza negra plasmaban su negritud con el denominado color chocolate. Era una expresión que nacía de la investigación que estaba llevando en su país con el fin de averiguar los signos gráficos y el color con los cuales expresaban su autoimagen en los dibujos que les había solicitado. En realidad, la sorpresa venía de que era la primera vez que yo escuchaba esta denominación de color.


Sobre María Isabel debo indicar que tiempo atrás publiqué en este mismo medio una entrevista que le había realizado y que llevaba por título ¿Qué sucede en Colombia? Eran fechas en las que las movilizaciones sociales contra la carestía de la vida en este país estaban en su punto álgido. En la portada de la entrevista aparecía una fotografía de ella misma, pues, a fin de cuentas, todo lo que allí se decía era producto de los profundos conocimientos que tiene de su tierra.

Por otro lado, la denominación color chocolate se me había quedado guardada en un fondo de la mente, hasta que no hace mucho me encontré con Isaac, un amigo nigeriano que vive hace más de veinte años en España, y nos pusimos a hablar de su país.

En medio de la charla salió a colación la última tesis doctoral que yo había asesorado, y que trataba del estudio comparativo de las emociones de los escolares de Córdoba y Lisboa (como ciudades referentes de España y Portugal). En un momento determinado, le indiqué que había un número considerable de escolares de raza negra en Lisboa que participaron en la tesis del ahora doctor, Pedro Rojas, y que se habían dibujado en dos temas que se les proponían: “Dibújate a ti mismo” y “Dibújate con tu mejor amigo o amiga”.

“¿Sabes, Isaac, que una socióloga amiga de Colombia en una investigación que lleva a cabo con escolares de raza negra les pide que se dibujen y en la que comprueba que algunos utilizan lo que ella denomina como color chocolate?”, le indiqué, esperando que él me dijera cómo le llama al color de su propia piel.


Con una espontánea carcajada, me respondió: “¡Pero si yo desde siempre también lo llamo color chocolate, y así es como lo denominamos en Nigeria!”. “Bien es cierto”, continuó, “que mis dos hijos, ya adolescentes, que han nacido en España, me rectifican y me dicen que nosotros tenemos la piel de color marrón". De todos modos, Isaac me indica que no quiere contrariarles, pues sabe que esa palabra es la que se utiliza en nuestro país; aunque él seguirá con la que aprendió en Nigeria.

A esta denominación le estado dando vueltas, ya que me preguntaba cómo era posible que en dos países tan distantes y que pertenecen a continentes distintos –América y África– popularmente se aluda al color del chocolate para explicar la tonalidad de la piel de lo que, de modo genérico, llamamos como la raza negra.

Se me ocurre pensar que el origen se puede encontrar en que ambos países son grandes productores de cacao, del que se elabora ese producto que tanto nos gusta. Hemos de tener en cuenta que lo que nosotros llamamos como ‘marrón’ es un término de origen francés (solo que en esta lengua no lleva acento), y que en el país galo resulta ser la palabra con la que se denomina a la castaña (pensemos, por ejemplo, en la locución francesa marron glacé que se refiere a la castaña confitada). Tiene, pues, para nosotros más sentido el término que usamos, a pesar de que hayamos acudido a otra lengua para hablar de este color, y nos llame la atención que en otros países se alude al chocolate.


Una vez que he iniciado este breve recorrido con unas explicaciones acerca del origen de esas denominaciones, quisiera ahora hablar de la experiencia llevada en los dos colegios de Lisboa. Tal como he indicado, el objetivo de la investigación era el estudio de la emociones en los escolares; pero, curiosamente, en esos dos centros portugueses estudiaban bastantes niños y niñas de raza negra. Esta fue la razón de centrarnos en ellos, ya que ninguno tuvo problemas en mostrar su negritud a la hora de dibujarse a sí mismo.

Es lo que acontece con los dos dibujos que he seleccionado y acabamos de ver. Corresponden a un niño y una niña de 9 y 10 años, respectivamente. En ambos casos, se han representado en plano entero, de modo que a la hora de dar color a la piel de las figuras que han trazado no tienen ninguna dificultad en utilizar el color marrón, ocre o sepia, que son los términos que utilizamos en España. Y si nos trasladamos a Colombia o Nigeria, podríamos decir, sin ningún problema, color chocolate.


Otros optaban por dibujarse en lo que se llama primer plano, de forma que el cuerpo aparecía trazado de los hombros hacia arriba, para enfatizar el rostro. Los dos que he mostrado corresponden a niños de 9 años, que se presentan con una sonrisa franca y abierta, mostrando de modo explicito sus dientes, como manifestación de alegría y de autoaceptación.

El primero de ellos, un chico zurdo (como puede comprobarse por el escrito de ‘tipo espejo’ que plasmó en su camiseta) y muy alto. Posiblemente, esta segunda característica fuera la razón de haberse trazado con un cuello tan largo. El segundo utilizó la acuarela para colorearse, por lo que el cromatismo es muy intenso.


En el caso de las niñas, llamaba la atención el cuidado con el que se dibujaban el rostro. Sin embargo, esto es algo muy común en todas las culturas, ya que para ellas el mostrarse bellas y agradables es una prioridad. Así, vemos el dibujo de una niña de tan solo 9 años que ha trazado su rostro con todo cuidado, llegando a plasmar con detalle las pequeñas trenzas que suelen llevar las niñas de raza negra.

Este cuidado por la propia imagen lo acabamos de percibir en el segundo de los dibujos, correspondiente al tema “Dibújate con tu mejor amigo a amiga”. Así, vemos a la autora en la izquierda (poniendo eu: yo en portugués) al lado de su mejor amiga. Ambas aparecen con peinados muy propios de su cultura.


La población negra portuguesa se encuentra muy integrada en el país. Esto quizás se deba a que a las antiguas colonias de Portugal en África (Angola, Mozambique, Cabo Verde, Guinea-Bissau…) se les concedió el estatuto de provincias y el pasaporte portugués a quienes lo solicitaban, lo que conllevó que una parte de los nativos de esos países se trasladaran a la metrópoli a trabajar y allí formaron familias asentadas, especialmente, en las grandes ciudades.

No es de extrañar, pues, que niños y niñas negros tuvieran como sus mejores amigos a otros de raza blanca. Es lo que acabamos de ver en el dibujo anterior, en el que dos niñas de distintas razas son las mejores amigas, tal como nos lo expresa la autora de 7 años.


También la amistad se producía entre escolares de distintos géneros, tal como lo manifiesta la niña de 8 años que se dibuja con su mejor amigo de raza blanca. Lo más curioso de estos dibujos acerca de la amistad es que los niños y niñas de raza negra no colorean los rostros de sus amigos o amigas de raza blanca; les basta el blanco del color del papel para expresar el cromatismo de la otra raza. De este modo, por contraste, acentúan su negritud, lo que, a fin de cuentas, es una manera de afirmarse en sus propios rasgos, no solo físicos sino también culturales que forman parte de sus identidades.

Para cerrar, y como reflexión, creo que la mejor forma de luchar contra el racismo o la discriminación racial, más o menos encubierta, es educando en la igualdad y en el compañerismo, de modo que la amistad interracial de los escolares termina siendo un verdadero antídoto contra los distintos tipos de segregaciones que se dan en distintos países del planeta.

AURELIANO SÁINZ
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