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Pepe Cantillo | Animalismo (5)

Desde hace varias semanas, he venido utilizando la palabra "animalismo" como título de los contenidos generales que encierran una serie de acciones relacionadas con el mundo animal y el trato humano que se le dispensa a determinadas especies. En esta columna de hoy intentaré aclarar algunas cuestiones ya abordadas con anterioridad aunque, antes de nada, me gustaría aclarar que no tengo nada en contra del “animalismo”, entendido como el movimiento que reconoce derechos a los animales. De lo que sí estoy en contra es de reconocer derechos humanos a los animales. Y la razón creo que es de Perogrullo.


Por “animalismo” nos están vendiendo ese “movimiento que propugna la defensa de los derechos de los animales”. Insisto en que no estoy en contra de los derechos de los animales. ¿Es que hasta ahora no habíamos tenido en cuenta los derechos de los animales? Depende de a dónde nos quieran llevar las posibles respuestas. La pregunta es amplia y las posibles respuestas, también. Pero lo son aun más hasta el punto de confundirnos.

La mayoría de las respuestas, por aquello de la convivencia con animales desde siempre, parece que hasta nos han sonado bien. Pero si damos un paso más nos topamos con conductas como el bestialismo o la zoofilia.

El diccionario de la Real Academia Española define "zoofilia"  (palabra que se compone de "zoo" y "filia"), en primera instancia, como “amor a los animales”. Quede claro que, en general, humanos y animales convivimos, mejor que peor, desde que habitamos, compartimos o luchamos por este planeta.

La segunda definición es un poco menos fina o elegante. Quizás por ello nos hemos atrevido a usar la palabra “amor” en la primera definición que, ciertamente, es aprovechada con mucha generosidad con bastantes animales, sobre todo con aquellos que han compartido desde siempre parte de la vida con nosotros.

La segunda definición de zoofilia, como digo, se refiere nada más y nada menos que a la “relación sexual de personas con animales”. Y ya tenemos el primer tropezón serio. El prefijo "zoo", según vaya completado o acompañado, puede tener varios significados.

La palabra "bestialismo" nos lleva a "bestial", es decir, “brutal o irracional”, de modo que ya ha quedado perfilada también la relación sexual desde el bestialismo. Pero, normalmente, se refiere a relaciones sexuales con animales domésticos o domesticados.

La zoofilia y el animalismo, como prácticas, surgen con la domesticación del animal que es admitido con mayor o menor aceptación en los grupos humanos. La antigüedad del bestialismo la documentan grabados rupestres hallados en cavernas. También aparece en bastantes iglesias rurales, lo que confirma que es una actividad extendida pero sin que las autoridades le presten mayor atención. La realización de algunos movimientos en contra del bestialismo surge con más peso en algunos casos llamativos por el escándalo que hayan podido ocasionar.

Bestialismo es el contacto sexual de cualquier índole con un animal, mientras que "zoofilia" designa la atracción sexual por un animal, la estimulación erótica a partir del mismo, lo que involucra vínculos sentimentales (amor, si se quiere) y no necesariamente implica coito o contactos físicos sexuales en un principio.

Ciertamente, la excitación experimentada por una persona como efecto de contemplar animales coitando es zoofilia. En un principio, en el ambiente rural era más frecuente tener sexo con las hembras de cabras, ovejas, burras o vacas. La aclaración que explica tal facilidad es que dichas hembras son más dóciles y fáciles de manipular que sus machos.

Estamos, pues, ante un trastorno sexual que supone una atracción erótica que excita el deseo sexual hacia otros animales. También llamada "bestialismo" en los casos en los que el sujeto consuma sus fantasías, la zoofilia es un trastorno que puede llevar a graves efectos en quienes lo sufren.

Existen personas zoofílicas que presentan una fijación con una especie en concreto y otros que se sienten atraídos por diversas especies. Hay que tener en cuenta que algunas prácticas zoofílicas son llevadas a cabo de manera sustitutoria ante la imposibilidad de acceder al objeto de deseo verdadero, siendo éste las personas.

Las prácticas zoofílicas solían darse en zonas aisladas y de difícil acceso, generalmente en ámbitos rurales. En este tipo de ambientes, el contacto humano, aun hoy, puede llegar a estar muy limitado, mientras que el acceso al ganado y otros animales es relativamente sencillo. Ésta es una de las características comunes entre las personas con zoofilia: la soledad y el aislamiento.

¿Ha estado prohibida la zoofilia? En líneas generales no hasta inicios del siglo XXI, cuando  se aprecia un endurecimiento de las legislaciones sobre la zoofilia, debido, como destacamos antes, a presiones de agrupaciones y a diversos escándalos.

En España, la zoofilia no está prohibida expresamente. Solo el artículo 337 del Código Penal establece penas de tres meses a un año de prisión “para quienes maltraten con ensañamiento a animales domésticos causándoles la muerte o provocándoles lesiones”. Y eso gracias a una revisión del año 2016, a partir de reconocer que “en España existe un mercado negro de bestialismo”, como efecto también de la presión del Partido Animalista, algo que me parece muy razonable.

Los objetos del deseo zoófilo solo dependen de las ganas del sujeto correspondiente. Los mamíferos predilectos para fornicar, más o menos por orden de preferencia, son las hembras equinas: burras, yeguas y mulas; las cabras, las terneras, las vacas; los perros y perras; los gatos, corderas y ovejas, las cerdas y los lechones.

Simios como los orangutanes y el chimpancé, machos y hembras, figuran entre los favorecidos por los zoófilos. Se conocen casos de relaciones sexuales humanas con osos amaestrados. También figuran en la enumeración de los animales usados por los humanos con fines eróticos una nutrida diversidad de otras especies: aves como ocas, patos y gallinas; mamíferos acuáticos, peces, insectos y arácnidos.

Sin embargo, en el caso de la zoofilia, los animales en cuestión no tienen capacidad de dar o negar el consentimiento o negar el consentimiento a quienes quieran tener prácticas de índole zoofílica, con lo que, según nuevas voces, se suponen que están siendo violados o violentados.

PEPE CANTILLO


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