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José Antonio Hernández | La venganza estética

Tras escuchar la queja que un cualificado diputado profirió hace unos días en el Congreso ("Su venganza, señoría, no ha sido ética ni, mucho menos, estética"), algunos amigos me han preguntado con extrañeza, cómo un vicio, que por su naturaleza pertenece al ámbito de la moral, puede ser evaluado también artísticamente.


Recordemos que la "venganza" ha sido tratada, valorada y ejecutada de diferentes maneras en nuestra civilización judeo-cristiana. Si en el léxico actual, "vengarse" es castigar una ofensa devolviendo mal por mal, en el lenguaje bíblico la venganza restablece la justicia sobre el mal. Aunque la Biblia prohíbe vengarse por odio, permite que la sociedad y, sobre todo, Dios –el único vengador legítimo de la justicia– restituya el derecho atropellado compensando los males causados.

La venganza solidaria era un arma defensiva de la sociedad nómada israelita en sus orígenes; por eso, el "vengador de la sangre", convencido de que la sangre derramada clamaba venganza, compensaba al clan matando al asesino. Posteriormente, la Ley del Talión ("ojo por ojo y diente por diente") prohibió la venganza ilimitada de los tiempos bárbaros y frenó la pasión humana, pronta a devolver mal por mal.

En mi opinión, la venganza más eficaz y, probablemente, la más gratificante, es la estética: es la respuesta inesperada del agredido que, con un gesto elegante y con una palabra sobria, restablece el equilibrio; es la reacción controlada del ofendido que, con una sonrisa abierta o con unos elogios comedidos, se enfrenta a la cólera encendida del agresor y a las injurias apasionadas del atacante.

Aunque es cierto que el dominio de las armas dialécticas es una destreza difícil de alcanzar, también es verdad que devolver amabilidad cortés por toscas groserías, suavidad discreta por asperezas vulgares y silencio distante por gritos estridentes constituyen una estrategia de sorpresa, una táctica de disuasión y, a veces, un arma persuasiva. La venganza es un vicio ético, pero puede ser también una habilidad estética.

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO