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Aureliano Sáinz | Corazones rotos

Una de las experiencias más tristes por la que es posible pasar se debe al desencanto que en algún momento de la vida acontece con la persona que uno quiere y de la que te fiabas plenamente, porque estabas enamorado y creías que ese amor iba a durar para siempre.


Ya de por sí, es muy penoso comprobar, en las relaciones humanas, que ese amigo (o esa amiga) en el que habías creído y en el que habías depositado tu confianza, pensando que con él te podías sincerar ya que guardaría y respetaría las confidencias, por determinadas circunstancias, no es la persona que imaginabas y que ahora lo contemplas con unas cualidades muy distintas, casi opuestas, a las anteriores.

Y si eso también se produce en las relaciones de amistad, es posible imaginar qué significado emocional tiene la expresión de corazones rotos que se suele aplicar a las parejas que se enamoraron, pero que un inesperado día acabaron rompiendo esos lazos de amor que las unían, de forma que ahora anidan en ellas la desconfianza, el rencor, la frustración, llegando, en algunos casos, a un sentimiento de odio.

Si tuvieran hijos quienes deciden romper sus vínculos, el problema se agranda, dado que deben sortear los sentimientos negativos que ahora emergen sabiendo que nunca podrán dejar de ser padres o madres de esas criaturas, por lo que estas llegan a ser el nexo forzado de unión de dos que ya no se quieren y no desean seguir juntos.

En el caso de que fueran dos personas razonables, en el sentido de ser conscientes de que sus conflictos y problemas afectivos no deben trasladarlos a los hijos, tendrán que ser capaces de controlar las emociones negativas que inevitablemente surgen ese proceso de ruptura y, de ningún modo, utilizarlos como instrumentos de información ni como única causa de la ruptura.

Lógicamente, por su parte, los hijos tendrán que asumir que sus padres ya no se quieren, ya no son los mismos que ellos imaginaban. Dura tarea para ellos, pues, como bien representa la niña de ocho años que realizó el dibujo de la portada, en el que expresa que sus padres se quieren mucho trazándoles un corazón entre ambos como manifestación de ese amor, en el hipotético caso de que se rompiera la relación tendría que asumir que ese cariño que ella veía tan natural se ha transformado en una relación fría y distante, sin comprender las razones por las que ahora tienen que cambiar de modo de vida.


En algunos casos, se sienten tan confiados de que sus padres están muy enamorados que, como acontece con el niño que realizó el dibujo que acabamos de ver, pueden representar sus figuras con un globo de cómic que sale cada uno de ellos pensando con un corazón en su interior, como expresión gráfica de que se quieren mucho.


Pero, en ocasiones, la dura realidad termina por imponerse, por lo que es frecuente que, cuando en sus clases tienen que realizar el dibujo de la familia, acaben de manera espontánea trazando una línea vertical que divide la hoja en dos partes para ubicar al padre en una de ellas y a la madre en la otra. Es el modo de decir que ahora hay dos espacios, que hay dos casas, y que tiene que vivir repartiendo su tiempo en cada una de ellas.


Una forma menos habitual, pero sorprendente de que niños tan pequeños acudan a ella, es la de dibujar un corazón roto en medio de sus padres, como lo hace esta niña de cinco años que ya sabe que su padre y su madre se han separado, pero que ella los dibuja juntos. Le cuesta mucho aceptar la ruptura, por lo que acude a este simbolismo para expresar la razón de que ya cada uno viva en un sitio distinto.


Más difícil aún de entender la separación para esta niña de origen chino, también de cinco años, que fue adoptada. Lo cierto es que las figuras de sus padres y la que la representa las dibuja sin brazos, como si el amor entre ellos y hacia ella hubiera desaparecido de pronto, puesto que la ausencia de brazos, en este caso, significa la falta de cariño, ya que sin brazos no pueden abrazarse. Sin embargo, a su hermana mayor sí se los dibuja, quizás porque sea quien le proporciona el afecto que tanto necesita.


Cierro este breve recorrido por los ‘corazones rotos’ con el dibujo de un chico de 12 años. Por su edad, es más consciente de la irreversibilidad de la ruptura que se ha producido entre sus padres; sin embargo, no acude a representarlos en espacios separados, como hace gran parte de los escolares que atraviesan esta dura situación, sino que también ha trazado un corazón resquebrajado dentro de un círculo para manifestar que el amor que los unía se ha roto, por lo que él y su hermano tendrán que adecuarse a un modo de vida que desconocen y que no desean.

AURELIANO SÁINZ