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Aureliano Sáinz | La formación de la autoestima

Uno de los sentimientos básicos del ser humano es el de la autoestima, muy ligado a otros como el amor (propio), la alegría y la felicidad, que, a fin de cuentas, son indicios de sentirse bien consigo mismo. Por otro lado, debemos entender que la autoestima, además de los sentimientos indicados, se encuentra estrechamente relacionada con dos factores de tipo psicológico: la autoimagen y el autoconcepto, que se irán formando a medida que se crece.


Vemos, pues, que la autoestima aúna los campos afectivos y cognitivos de la persona, de modo que comienza a gestarse en la infancia a partir de elementos emocionales, como resultado de las expresiones de cariño de los padres hacia los hijos, para, posteriormente, y a medida que se adquiere autonomía, ir afianzando la imagen que se tiene de sí mismo, y de la que se supone se recibe de los demás, junto con los valores y cualidades que configuran el mapa del autoconcepto personal.

El fondo complejo de la autoestima proviene de que, ya como adultos, somos conscientes de que formamos parte de una sociedad altamente problemática, en la que tenemos que afrontar numerosos retos en nuestras relaciones cotidianas. En la actualidad, por ejemplo, las nuevas tecnologías, los medios de comunicación y las redes sociales nos sitúan frente a una cultura de la información en la que la rapidez y la instantaneidad han modificado los hábitos y comportamientos de tiempos pretéritos.

Ya no son solo las experiencias y las relaciones interpersonales directas, o las obtenidas a través de lecturas las que conforman el conjunto de nuestros conocimientos. Ahora se amplían, se multiplican y se diversifican por el conjunto de datos virtuales que recibimos de entornos muy alejados del nuestro, por lo que solemos vernos desbordados frente a acontecimientos en los que no podemos actuar, lo que genera cierta impotencia frente a una realidad que nos hace dudar de nosotros mismos.

Sabemos, por otro lado, que, en el proceso de configuración de la personalidad, llega el momento en el que uno tiene que valerse por sí mismo y tomar decisiones relevantes e intransferibles en las que juega un papel crucial la autoestima.

En apoyo a lo indicado, y aludiendo a los orígenes, los psiquiatras franceses Christophe André y François Lelord apuntan a tres factores como los pilares de la autoestima: amor propio, buena autoimagen y confianza en sí mismo. Según los autores citados, “hoy sabemos que el amor a uno mismo depende, en gran medida, del amor que nos prodigó nuestra familia cuando éramos niños y de los alimentos afectivos que nos ofrecieron”.

Llegados a este punto, cabe preguntarse: “¿Cómo podemos conocer los inicios de la autoestima en los niños?”. Desde la perspectiva en la que trabajo, quisiera indicar que el dibujo libre es un instrumento idóneo para indagar en los campos emocionales, por lo que ahora mostraré y comentaré varios dibujos en los que a través de la representación de la familia expresan esa naciente seguridad y confianza hacia sí mismos, que, sin lugar a duda, es, en gran medida, la manifestación de lo que ellos reciben de su entorno familiar.

Por ejemplo, si nos fijamos en el dibujo de la portada, el hecho de que su autora se haya dibujado la primera es una manifestación de confianza en sí misma, ya que se ha seleccionado para comenzar a representar el grupo familiar.


Otra de las manifestaciones de la identidad personal, en el caso de los escolares de Educación Infantil, es el aprendizaje del trazado del propio nombre. Desde que son bebés, han escuchado de sus padres su pronunciación cuando les hablaban; pero el que ellos aprendan a plasmarlo por medio de unos signos llamados letras supone un cierto orgullo personal.

Es lo que manifiesta una niña de 5 años que, al realizar el dibujo de la familia, se sitúa en medio de las figuras materna y paterna, una vez trazada la mesa del comedor. La pequeña, muy contenta, una vez terminado el dibujo de las figuras, escribió el nombre de cada uno de los tres miembros, con la alegría y satisfacción de que ya sabe hacerlos.


Otra manifestación de la autoestima se expresa por medio del tamaño con el que se traza a uno mismo. Esto queda bien reflejado en el trabajo de Adrián, un niño de 5 años que tiene TEA, es decir, Trastorno del Espectro Autista. En su dibujo alcanza un nivel gráfico similar al de otros niños de su edad, de modo que el pequeño se dibuja muy grande, con los brazos hacia arriba, como expresión de júbilo o alegría.

Llama la atención el trazado de dos soles y el hecho de que la figura femenina no represente a su madre, como habitualmente suele suceder, sino a una amiga que tiene en el colegio; pero esto forma parte de ese mundo emocional de niños y niñas con TEA, en el que resulta muy complicado penetrar.


La aceptación de la propia imagen da lugar a que se favorezca la autoestima. Como ejemplo de lo que indico, muestro el dibujo de Paula, una niña que había cumplido los 6 años y que, al pedir en la clase que dibujaran a una familia, me mostró la escena que acabamos de ver.

Dado que la niña es zurda, comenzó representando a su madre en el lado derecho de la lámina y con una larga melena; pasó a dibujarse a sí misma también con un pelo muy largo, incluso superior al de su madre; acabó, en el poco espacio que le quedaba, con la figura paterna. La pequeña autora manifiesta la autoestima y la identidad femeninas por la proximidad a su madre y por el trazado de esas melenas exuberantes.


A medida que se crece, los géneros masculino y femenino comienzan a diferenciarse también por los distintos gustos en los juegos. Como bien sabemos, en el caso de los niños, el fútbol es un juego colectivo con el que tempranamente se identifican.

Es lo que plasma Enrique, de 7 años, que representó a su familia alrededor de su deporte favorito, incluyendo a su hermana que hace de portera. El autor, como señal de autoestima y confianza en sí mismo, se dibuja en el centro de la escena; detrás aparecen su padre y su madre, a los que ha dibujado con un solo brazo, pero esto no es un error, ya que la dificultad del trazado del perfil de las figuras humanas lo conduce a la idea de que los dos brazos van juntos, tapándose el uno al otro en la misma dirección.


La autoestima se puede expresar a partir de la seguridad y el sentimiento de protección que llegan de los padres. De este modo, la autora del dibujo anterior lo manifiesta con bastante nitidez en la escena que ha plasmado. Así, en un plano general cercano al espectador, se representa a sí misma, siendo el centro de atención de la imagen; detrás, traza a su padre y su madre, de menor tamaño, puesto que están algo alejados. Las figuras paterna y materna se muestran, pues, como protectoras de la protagonista de la escena, ofreciéndole afecto y confianza, valores emocionales que recibe de sus progenitores y que son la base de su naciente autoestima.


Para cerrar este breve recorrido por la expresión gráfica de la autoestima, quisiera presentar otro ejemplo de este sentimiento manifestado a través de la cohesión y el cariño familiar. Tal como hemos ido viendo, debemos entender que en estas edades niños y niñas son básicamente receptores de los afectos de los adultos, aunque, lógicamente, ellos tienen también que responder a esas manifestaciones. Es lo que expresa gráficamente la autora del dibujo anterior, una chica de 11 años que ha representado a los miembros de su familia juntos y cogidos de la mano. Por otro lado, ella, que es la última en aparecer, se dibuja con su mascota, un pequeño perro que lo conduce con una correa.

AURELIANO SÁINZ