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Antonio López Hidalgo | El día de los coroneles

Cuando el coronel Gadafi manifestó que entraría en Bengasi como lo hizo Franco en Madrid en 1939, no me extrañaron nada sus declaraciones. Estos días otros periodistas han recordado las relaciones entre Libia y Andalucía. En 1978 Alejandro Rojas Marcos, líder del Partido Socialista Andaluz (PSA), fue sorprendido por un turista sevillano en el aeropuerto de Trípoli. La prensa aprovechó el dato para relacionar la financiación del PSA con la revolución libia y con el pasado musulmán andalusí.


En esa década, cuando Libia fue bloqueada y bombardeada por Estados Unidos en un conflicto en el que acusaba a Libia de impulsar el terrorismo internacional, el conflicto sorprendió allí a miembros del Sindicato de Obreros del Campo (SOC). A la vuelta, pude entrevistar a Paco Casero sobre cómo vivieron aquellos días de incertidumbre en Trípoli.

En el fondo, Gadafi nunca renunció a la idea de reconquistar el sur de Europa no ya con armas y violencia, sino, como él mismo dijo, con la mera penetración de decenas de miles de musulmanes. En cualquier caso, esta verdad también es parcial, pues en las distintas intentonas de golpes de estado que tuvieron lugar en los años de la transición, al menos en una de ellas estuvo implicado el coronel Gadafi. Ésta es la verdad que estos días no se ha contado y que, como testigo de los hechos, ahora me presto a recordar.

Sin pruebas objetivas, según expresó el abogado defensor, en 1987 el fiscal general Carlos Rodríguez reconstruyó en la Capitanía General de Sevilla, con fechas y datos facilitados por diversos informes del Centro Superior de Información de la Defensa (CESID), un presunto intento de golpe de Estado, en el que se veían implicados distintos generales y coroneles y cuya materialización se encontraba en el apoyo económico de Libia.

Una entrevista mantenida el 26 de enero de 1986 entre el coronel Carlos de Meer y el coronel Gadafi, mezclada con la posible venta de una bicicleta y la compra de un mantón de Manila negro con cinco rosas rojas, concretó el eje de debate de un consejo de guerra que había comenzado a las diez de la mañana y concluido a las 14.35, en el que solo se pretendía conocer del delito de abandono de residencia.

El consejo de guerra tuvo lugar en el teatro de la Capitanía General de Sevilla. El delito a juzgar era conocido: abandono de residencia por parte del coronel Carlos de Meer. La sentencia absolutoria del jurado fue recurrida por el fiscal militar. El ministro de Defensa, Narcís Serra, acogió satisfecho esta iniciativa. No obstante, el abogado defensor, José María del Nido, entonces presidente en Sevilla del partido ultraderechista Fuerza Nueva y hoy presidente del Sevilla Fútbol Club, aseguró entonces que este recurso no prosperaría porque no existían pruebas.

En realidad esta historia se remontaba a comienzos de 1986, cuando el coronel de Meer viajó a Libia para entrevistarse con el coronel Gadafi. El militar español, según un informe del CESID leído en el mencionado consejo de guerra, dijo al líder libio que pretendía dar un golpe de estado. Por esta razón, se abrió una causa por delito de conspiración a la rebelión militar, que fue archivada por la Audiencia Nacional.

Un mes después de que se diera el carpetazo a aquella causa, De Meer fue juzgado en Sevilla por abandono de residencia. Pese a todo, en el desarrollo del consejo de guerra se reconstruyó el viaje a este país árabe y los fines del mismo.

Un informe del CESID aseguraba que De Meer se había entrevistado el 17 de enero de 1986 en un hotel con el embajador libio, Saed Esmaiel, y los ultraderechistas José Antonio Assiego y Enrique Moreno, a los que comunicó su intención de viajar a Libia y de constituir un grupo político de carácter africanista, así como de incrementar su acercamiento a los países árabes.

Según el mismo informe del CESID, De Meer propuso a Gadafi no solo la creación de un periódico ultraderechista sino su intención de dar un golpe de estado e instaurar en nuestro país una democracia orgánica, en la que no tuvieran cabida los partidos políticos y donde la política exterior encontraría su eje en la ruptura diplomática con Israel y con los países de la entonces Comunidad Económica Europea (CEE). Al parecer, siempre según el mismo informe del CESID, Gadafi prometió a De Meer una importante cantidad de dinero para la realización de su empresa.

A petición del fiscal se dio lectura a una entrevista realizada por la cadena SER con De Meer mientras éste estaba recluido en la prisión de Alcalá de Henares. El coronel señaló que Gadafi era un hombre inteligente, jefe de un pueblo de pastores en el que ETA jamás se había entrenado, sino que, muy al contrario, Francia era el santuario de esta organización terrorista. Al mismo tiempo, advirtió sobre la similitud de contenido del Libro Verde del líder libio con la doctrina de José Antonio.

En el interrogatorio, el coronel Carlos de Meer aseguró que el domingo 26 de enero de 1986 se había entrevistado con Gadafi de 10 a 11 horas de la mañana y que a las 12.20 horas partió en dirección a París. Asimismo, señaló que antes de la entrevista, a las nueve de la mañana, se dirigió al aeropuerto para cambiar el vuelo reservado para la tarde del día 27 con dirección a París y Madrid. A la pregunta del fiscal de por qué viajó al extranjero sin comunicarlo a la autoridad militar, respondió que sencillamente no lo hizo.

De Meer manifestó que el 11 de mayo se le notificó el auto de procesamiento y que cuatro agentes de la Guardia Civil, adscritos sl CESID, registraron su vivienda y le sustrajeron el pasaporte y otro documentos, y que con posterioridad los devolvieron a su hija Pilar en una bolsa de basura.

Con posterioridad, el fiscal concluyó que De Meer salió de Madrid el 23 de enero de 1986 y que no había regresado a la capital española antes del 29 del mismo mes. Para la defensa, sin embargo, el coronel salió el día 24 y regresó la tarde del día 26.

Antes habían prestado declaración los testigos: todos coincidieron en que lo habían visto en Madrid el día 26, a su vuelta de Libia, pese a lo cual el fiscal militar puso en entredicho estas declaraciones, acusándoles de haberse puesto de acuerdo para declarar en este sentido.

El general José Chinarro aseguró que lo vio ese día porque es vecino. A la pregunta de si había visto a De Meer este año, dijo: “No llevo un cronómetro. Lo he visto alguna vez. No puedo precisar”. Y apostilló que había declarado dos veces en Madrid y ahora lo hacía en Sevilla: “Fíjese la cantidad de declaraciones que estoy haciendo”. Recordó que encontró a De Meer en el ascensor cuando volvía de Libia, vestido de paisano y portando un bolso de mano, y que le habló de la venta de una bicicleta.

El coronel Guillermo Miranda, también vecino del mismo bloque de pisos, también se encontró con él el mismo día 26. Lo recordaba, dijo, porque era domingo y volvía de misa, y le contó que lo iban a destinar forzoso a Ávila. También el coronel Sastre González manifestó que conoció el traslado de destino de De Meer ese mismo día. Había cogido el metro a las 21.15 horas para ir a su casa, porque le había encargado un mantón de Manila para su esposa, un mantón que, precisó, iba a ser de color negro con cinco rosas rojas, cuyo presupuesto alcanzó las 14.000 pesetas.

El coronel Carlos también manifestó que había subido ese día a casa de De Meer en compañía del coronel Ángel Sevillano, quien a su vez ratificó las palabras del anterior y afirmó que había conocido al acusado de un modo esporádico en el año 1936.

En su escrito de conclusiones, el fiscal militar, coronel Carlos Rodríguez de Mesa, señaló que Carlos de Meer había salido de Madrid el 23 de enero de 1986 y que no había vuelto antes del día 29, consideró que los hechos eran constitutivos de delito de abandono de residencia, y pidió que se le impusiera la pena de siete meses de arresto con los correspondientes accesorios y efectos legales.

Por su parte, el abogado defensor, José María del Nido, acusó al fiscal de haber querido confundir al jurado y le recordó que este consejo no tenía capacidad jurídica para conocer del delito de conspiración militar, que en su día ya fue archivado por la Audiencia Nacional y que solo se juzgaba el delito de abandono de residencia. Concluyó afirmando que no existían pruebas de que De Meer estuviera fuera del país cinco días, por lo que “la base sobre el castillo de arena” de los argumentos en los que se apoyaba el fiscal se desmoronaba.

El fiscal replicó señalando que no había pretendido acusar a ningún general ni compañero y que el pasaporte extraviado estaba en manos de De Meer, pero que no aparecía porque “está estampillado”, que los testigos fueron sorprendidos porque ninguno recordaba más fecha que el día 26 y que según Air France constaba que el día 27 un tal Carlos volvió de Trípoli.

Del Nido, que intervino en último lugar, aseguró que el tal Carlos que volvió de Trípoli el día 27 podía ser Carlos de Meer o el mismo fiscal, Carlos Rodríguez. Cuatro veces fue interrumpido De Meer en su alocución final a la pregunta de si deseaba exponer más al consejo. Afirmó de este modo que su pasaporte estaba limpio de visado y que era cierto que había sido entregado a su hija en una bolsa de basura.

Denunció que había sido víctima de una maquinación de “insidias e injurias" y de una campaña de calumnias en TVE y que se había deteriorado su prestigio personal al ser acusado públicamente de “traidor y conspirador” por el ministro de defensa, Narcís Serra.

Terminada la vista del juicio, el coronel Carlos de Meer manifestó a los medios de comunicación que toda la prensa de España se había volcado contra él, a excepción del diario ultraderechista El Alcázar, que había sabido defenderlo en todo momento. Aunque reconoció que con posterioridad diversos periódicos rectificaron su actitud.

Asimismo, manifestó que había participado, como letrado, en diversos consejos de guerra, y que, por ello, éste no le había impresionado. Manifestó que viajó a Trípoli con nombre falso y que en ningún momento hizo uso de su verdadera identidad. De aquí en adelante, dijo, se dedicaría al periodismo y a la abogacía, si bien precisó que no deseaba oír hablar de política de momento.

El público asistente comentaba, en el transcurso del consejo de guerra, las distintas anécdotas que se sucedieron. Por ejemplo, cuando el fiscal señaló que no comprendía que De Meer acudiese al aeropuerto a cambiar un billete de vuelo cuando tenía anunciada una entrevista con un jefe de Estado o cuando el abogado defensor le recordó que al procesado se le acusaba de abandono de residencia y no de incitación a la conspiración, a lo que el fiscal respondió que no es lo mismo viajar a Trípoli a ver a un amigo que es médico que hacerlo para entrevistarse con el coronel Gadafi y sin permiso de la autoridad militar.

Columna publicada originalmente en Montilla Digital el 4 de abril de 2011.

ANTONIO LÓPEZ HIDALGO