:::: MENU ::::
XXV CATA DE MORILES - DEL 21 AL 23 DE OCTUBRE DE 2023

Mostrando entradas con la etiqueta Firmas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Firmas. Mostrar todas las entradas
  • 20.2.23
Cuando el coronel Gadafi manifestó que entraría en Bengasi como lo hizo Franco en Madrid en 1939, no me extrañaron nada sus declaraciones. Estos días otros periodistas han recordado las relaciones entre Libia y Andalucía. En 1978 Alejandro Rojas Marcos, líder del Partido Socialista Andaluz (PSA), fue sorprendido por un turista sevillano en el aeropuerto de Trípoli. La prensa aprovechó el dato para relacionar la financiación del PSA con la revolución libia y con el pasado musulmán andalusí.


En esa década, cuando Libia fue bloqueada y bombardeada por Estados Unidos en un conflicto en el que acusaba a Libia de impulsar el terrorismo internacional, el conflicto sorprendió allí a miembros del Sindicato de Obreros del Campo (SOC). A la vuelta, pude entrevistar a Paco Casero sobre cómo vivieron aquellos días de incertidumbre en Trípoli.

En el fondo, Gadafi nunca renunció a la idea de reconquistar el sur de Europa no ya con armas y violencia, sino, como él mismo dijo, con la mera penetración de decenas de miles de musulmanes. En cualquier caso, esta verdad también es parcial, pues en las distintas intentonas de golpes de estado que tuvieron lugar en los años de la transición, al menos en una de ellas estuvo implicado el coronel Gadafi. Ésta es la verdad que estos días no se ha contado y que, como testigo de los hechos, ahora me presto a recordar.

Sin pruebas objetivas, según expresó el abogado defensor, en 1987 el fiscal general Carlos Rodríguez reconstruyó en la Capitanía General de Sevilla, con fechas y datos facilitados por diversos informes del Centro Superior de Información de la Defensa (CESID), un presunto intento de golpe de Estado, en el que se veían implicados distintos generales y coroneles y cuya materialización se encontraba en el apoyo económico de Libia.

Una entrevista mantenida el 26 de enero de 1986 entre el coronel Carlos de Meer y el coronel Gadafi, mezclada con la posible venta de una bicicleta y la compra de un mantón de Manila negro con cinco rosas rojas, concretó el eje de debate de un consejo de guerra que había comenzado a las diez de la mañana y concluido a las 14.35, en el que solo se pretendía conocer del delito de abandono de residencia.

El consejo de guerra tuvo lugar en el teatro de la Capitanía General de Sevilla. El delito a juzgar era conocido: abandono de residencia por parte del coronel Carlos de Meer. La sentencia absolutoria del jurado fue recurrida por el fiscal militar. El ministro de Defensa, Narcís Serra, acogió satisfecho esta iniciativa. No obstante, el abogado defensor, José María del Nido, entonces presidente en Sevilla del partido ultraderechista Fuerza Nueva y hoy presidente del Sevilla Fútbol Club, aseguró entonces que este recurso no prosperaría porque no existían pruebas.

En realidad esta historia se remontaba a comienzos de 1986, cuando el coronel de Meer viajó a Libia para entrevistarse con el coronel Gadafi. El militar español, según un informe del CESID leído en el mencionado consejo de guerra, dijo al líder libio que pretendía dar un golpe de estado. Por esta razón, se abrió una causa por delito de conspiración a la rebelión militar, que fue archivada por la Audiencia Nacional.

Un mes después de que se diera el carpetazo a aquella causa, De Meer fue juzgado en Sevilla por abandono de residencia. Pese a todo, en el desarrollo del consejo de guerra se reconstruyó el viaje a este país árabe y los fines del mismo.

Un informe del CESID aseguraba que De Meer se había entrevistado el 17 de enero de 1986 en un hotel con el embajador libio, Saed Esmaiel, y los ultraderechistas José Antonio Assiego y Enrique Moreno, a los que comunicó su intención de viajar a Libia y de constituir un grupo político de carácter africanista, así como de incrementar su acercamiento a los países árabes.

Según el mismo informe del CESID, De Meer propuso a Gadafi no solo la creación de un periódico ultraderechista sino su intención de dar un golpe de estado e instaurar en nuestro país una democracia orgánica, en la que no tuvieran cabida los partidos políticos y donde la política exterior encontraría su eje en la ruptura diplomática con Israel y con los países de la entonces Comunidad Económica Europea (CEE). Al parecer, siempre según el mismo informe del CESID, Gadafi prometió a De Meer una importante cantidad de dinero para la realización de su empresa.

A petición del fiscal se dio lectura a una entrevista realizada por la cadena SER con De Meer mientras éste estaba recluido en la prisión de Alcalá de Henares. El coronel señaló que Gadafi era un hombre inteligente, jefe de un pueblo de pastores en el que ETA jamás se había entrenado, sino que, muy al contrario, Francia era el santuario de esta organización terrorista. Al mismo tiempo, advirtió sobre la similitud de contenido del Libro Verde del líder libio con la doctrina de José Antonio.

En el interrogatorio, el coronel Carlos de Meer aseguró que el domingo 26 de enero de 1986 se había entrevistado con Gadafi de 10 a 11 horas de la mañana y que a las 12.20 horas partió en dirección a París. Asimismo, señaló que antes de la entrevista, a las nueve de la mañana, se dirigió al aeropuerto para cambiar el vuelo reservado para la tarde del día 27 con dirección a París y Madrid. A la pregunta del fiscal de por qué viajó al extranjero sin comunicarlo a la autoridad militar, respondió que sencillamente no lo hizo.

De Meer manifestó que el 11 de mayo se le notificó el auto de procesamiento y que cuatro agentes de la Guardia Civil, adscritos sl CESID, registraron su vivienda y le sustrajeron el pasaporte y otro documentos, y que con posterioridad los devolvieron a su hija Pilar en una bolsa de basura.

Con posterioridad, el fiscal concluyó que De Meer salió de Madrid el 23 de enero de 1986 y que no había regresado a la capital española antes del 29 del mismo mes. Para la defensa, sin embargo, el coronel salió el día 24 y regresó la tarde del día 26.

Antes habían prestado declaración los testigos: todos coincidieron en que lo habían visto en Madrid el día 26, a su vuelta de Libia, pese a lo cual el fiscal militar puso en entredicho estas declaraciones, acusándoles de haberse puesto de acuerdo para declarar en este sentido.

El general José Chinarro aseguró que lo vio ese día porque es vecino. A la pregunta de si había visto a De Meer este año, dijo: “No llevo un cronómetro. Lo he visto alguna vez. No puedo precisar”. Y apostilló que había declarado dos veces en Madrid y ahora lo hacía en Sevilla: “Fíjese la cantidad de declaraciones que estoy haciendo”. Recordó que encontró a De Meer en el ascensor cuando volvía de Libia, vestido de paisano y portando un bolso de mano, y que le habló de la venta de una bicicleta.

El coronel Guillermo Miranda, también vecino del mismo bloque de pisos, también se encontró con él el mismo día 26. Lo recordaba, dijo, porque era domingo y volvía de misa, y le contó que lo iban a destinar forzoso a Ávila. También el coronel Sastre González manifestó que conoció el traslado de destino de De Meer ese mismo día. Había cogido el metro a las 21.15 horas para ir a su casa, porque le había encargado un mantón de Manila para su esposa, un mantón que, precisó, iba a ser de color negro con cinco rosas rojas, cuyo presupuesto alcanzó las 14.000 pesetas.

El coronel Carlos también manifestó que había subido ese día a casa de De Meer en compañía del coronel Ángel Sevillano, quien a su vez ratificó las palabras del anterior y afirmó que había conocido al acusado de un modo esporádico en el año 1936.

En su escrito de conclusiones, el fiscal militar, coronel Carlos Rodríguez de Mesa, señaló que Carlos de Meer había salido de Madrid el 23 de enero de 1986 y que no había vuelto antes del día 29, consideró que los hechos eran constitutivos de delito de abandono de residencia, y pidió que se le impusiera la pena de siete meses de arresto con los correspondientes accesorios y efectos legales.

Por su parte, el abogado defensor, José María del Nido, acusó al fiscal de haber querido confundir al jurado y le recordó que este consejo no tenía capacidad jurídica para conocer del delito de conspiración militar, que en su día ya fue archivado por la Audiencia Nacional y que solo se juzgaba el delito de abandono de residencia. Concluyó afirmando que no existían pruebas de que De Meer estuviera fuera del país cinco días, por lo que “la base sobre el castillo de arena” de los argumentos en los que se apoyaba el fiscal se desmoronaba.

El fiscal replicó señalando que no había pretendido acusar a ningún general ni compañero y que el pasaporte extraviado estaba en manos de De Meer, pero que no aparecía porque “está estampillado”, que los testigos fueron sorprendidos porque ninguno recordaba más fecha que el día 26 y que según Air France constaba que el día 27 un tal Carlos volvió de Trípoli.

Del Nido, que intervino en último lugar, aseguró que el tal Carlos que volvió de Trípoli el día 27 podía ser Carlos de Meer o el mismo fiscal, Carlos Rodríguez. Cuatro veces fue interrumpido De Meer en su alocución final a la pregunta de si deseaba exponer más al consejo. Afirmó de este modo que su pasaporte estaba limpio de visado y que era cierto que había sido entregado a su hija en una bolsa de basura.

Denunció que había sido víctima de una maquinación de “insidias e injurias" y de una campaña de calumnias en TVE y que se había deteriorado su prestigio personal al ser acusado públicamente de “traidor y conspirador” por el ministro de defensa, Narcís Serra.

Terminada la vista del juicio, el coronel Carlos de Meer manifestó a los medios de comunicación que toda la prensa de España se había volcado contra él, a excepción del diario ultraderechista El Alcázar, que había sabido defenderlo en todo momento. Aunque reconoció que con posterioridad diversos periódicos rectificaron su actitud.

Asimismo, manifestó que había participado, como letrado, en diversos consejos de guerra, y que, por ello, éste no le había impresionado. Manifestó que viajó a Trípoli con nombre falso y que en ningún momento hizo uso de su verdadera identidad. De aquí en adelante, dijo, se dedicaría al periodismo y a la abogacía, si bien precisó que no deseaba oír hablar de política de momento.

El público asistente comentaba, en el transcurso del consejo de guerra, las distintas anécdotas que se sucedieron. Por ejemplo, cuando el fiscal señaló que no comprendía que De Meer acudiese al aeropuerto a cambiar un billete de vuelo cuando tenía anunciada una entrevista con un jefe de Estado o cuando el abogado defensor le recordó que al procesado se le acusaba de abandono de residencia y no de incitación a la conspiración, a lo que el fiscal respondió que no es lo mismo viajar a Trípoli a ver a un amigo que es médico que hacerlo para entrevistarse con el coronel Gadafi y sin permiso de la autoridad militar.

Columna publicada originalmente en Montilla Digital el 4 de abril de 2011.

ANTONIO LÓPEZ HIDALGO
  • 19.2.23
Desde muy pequeño me han apasionado los castillos. Y la razón es muy sencilla: quienes hemos nacido en algún pueblo que cuente con una fortaleza medieval, lo más probable es que las vivencias estén muy ligadas no solo a las imágenes que proporcionan su arquitectura, sino también que gran parte de nuestros juegos se encontraban estrechamente relacionados con personajes de aquella época. A todo esto, había que añadir que el cine en nuestra infancia era un medio que por entonces llenaba nuestras mentes de relatos de caballeros medievales que los tomábamos como modelos por su valentía.


En mi caso, he manifestado en más de una ocasión que nací en el pueblo de Alburquerque, que cuenta con el que quizás sea el mejor castillo medieval de las tierras extremeñas. Entiendo que no existe un instrumento o medio que mida la relevancia de las construcciones; no obstante, la belleza del Castillo de Luna es incuestionable. Como ejemplo, presento en la portada del artículo la fotografía de su silueta desde una de las carreteras que conducen a la villa y en la que aparece en medio de las brumas matinales.

Quizás sea el amor al lugar en el que nací lo que me ha conducido recientemente a escribir una historia de don Álvaro de Luna y de la fortaleza que lleva su nombre. De este modo, cuando hablo con los amigos sobre el libro suelo decirles que fue el personaje más importante del reino de Castilla en la primera mitad del siglo XV.

A continuación, cito al rey Juan II, del que fue condestable y de quien recibió el condado de Alburquerque. Lo cierto es que su historia es verdaderamente apasionante y que bien podría llevarse al cine; aunque presenta el problema de su trágica sentencia y ejecución, lo que contrasta con los finales cinematográficos en los que los protagonistas acaban felices, muy del agrado del público.


Por otro lado, puesto que ya he escrito otros artículos en este medio sobre el condestable de Castilla, creo conveniente profundizar en su figura, tomando como referencia las fortalezas que llegó a poseer en sus 63 años de existencia. Abordo, pues, como tema en esta ocasión el castillo de Cornago, pueblecito que en la actualidad se encuentra al sur de La Rioja, colindante con la provincia de Soria, ya que esta construcción se la donó a su hija María.

Pero hay que aclarar que nuestro personaje tuvo dos hijas con el nombre de María, por lo que conviene hablar de su familia para que entendamos los entramados domésticos medievales, ya que no solo eran las esposas e hijos nacidos dentro del matrimonio, sino que habría que contar también con los hijos naturales y los extramatrimoniales (los llamados entonces bastardos) tan frecuentes por aquella época.

Recordemos que Álvaro de Luna había nacido en Cañete, un pequeño pueblo de Cuenca, siendo su madre María Fernández, La Cañeta, y su padre Álvaro Martínez de Luna, quien siempre tuvo dudas de su paternidad, por lo que el pequeño Álvaro ya era miembro de la casa de Luna.

Se casó en 1420, contando con 35 años, de forma un tanto tardía para entonces, con Elvira de Portocarrero. No tuvo hijos con esta su primera mujer, que falleció relativamente pronto. No obstante, fuera de este matrimonio tuvo una hija a la que se le puso el nombre de María. Para evitar contratiempos, el rey Juan II de Castilla despachó una cédula de legitimación a favor de María de Luna, con lo que social y legalmente quedaba esta hija reconocida.


Con el paso del tiempo, nuestro personaje dio en dote a esta hija el castillo de Cornago, cuando se celebraron sus esponsales con su primo Juan de Luna, hijo del noble Juan Hurtado de Mendoza. No es necesario que apunte que la endogamia por entonces era muy frecuente en la nobleza, lo que con cierta frecuencia aparecían problemas físicos y psicológicos en la descendencia.

Tras enviudar, Álvaro de Luna tuvo un hijo natural al que se le puso el nombre de Pedro, llevando a continuación la referencia a la casa perteneciente. En 1430, contando ya con 45 años, nuestro protagonista contrajo segundas nupcias con Juana Pimentel, a la que posteriormente se la conoció como La Triste Condesa (y no fue para menos tras conocer la ejecución y decapitación de su marido el 2 de junio de 1453 en Valladolid).

Con su segunda mujer tuvo dos hijos: María de Luna y Pimentel, nacida en 1432, y, tres años más tarde, nació Juan de Luna y Pimentel, de corta vida ya que falleció a los 21años, lo que daría lugar a que su descendencia, finalmente, la formaran cuatro vástagos.


Una vez que he expuesto brevemente el esquema familiar del condestable del rey Juan II de Castilla, también de un modo breve quisiera referirme al castillo de Cornago, que se alza sobre un montecillo que domina la villa, junto con la cercana iglesia románica de san Pedro. Es de planta rectangular, con torres en sus cuatro ángulos: tres de ellas cilíndricas y una prismática, siendo el aparejo de toda la construcción de piedra de sillería. El conjunto, tal como ha llegado a nosotros, constituye un típico ejemplo de castillo medieval, de finales del siglo XIV o comienzos del siglo XV.

Desde el punto de vista cronológico, hay que apuntar que, en el siglo XIV, el señorío de Cornago estaba vinculado a la casa de los Luna, puesto que sería Enrique II de Castilla quien se lo otorgó Juan Martínez de Luna, caballero originario del reino de Aragón.

Tras diversos avatares, en 1420, Juan II restituyó a don Álvaro de Luna el señorío de Cornago, ya que al parecer se lo había sido enajenado por su padre, ya que nunca estuvo seguro de su paternidad. Dos décadas después, el condestable de Castilla, tal como he apuntado, se lo entregó en dote a su primogénita hija María de Luna.

Ya pasando a nuestro tiempo, debo indicar que, en líneas generales, los muros del castillo de Cornago, de propiedad municipal, se encuentran en buen estado. Sin embargo, el patio de armas había estado sirviendo de cementerio a los vecinos de la villa. Esta anómala situación se modificó en 1980, ya que los camposantos deben estar fuera de las poblaciones.

Cierro, finalmente, esta breve incursión sobre el castillo de Cornago manifestando que continuaremos conociendo las rutas, villas, castillos y fortalezas ligados a don Álvaro de Luna, un personaje altamente significativo en la historia del reino de Castilla.

AURELIANO SÁINZ
FOTOGRAFÍAS: LUIS SORIANO / RUTA DEL VINO DE LA RIOJA ORIENTAL
  • 18.2.23
Esta vez me ha costado mucho volver. Esta vez me he caído del alambre y me he dado un golpe fuerte que me ha dejado inmersa en un mundo de hielo y frío del que creía que no podría salir. Nadie que no haya transitado por el reino del miedo puede saber de lo que hablo. Desconectada de la realidad y rodeada de mil pensamientos paralizantes, caes en un hoyo angustiante desde el cual la muerte no se ve un mal destino.


Me encantaría gritar a la gente que se proteja del estrés y de la prisa porque, un día, sin darte cuenta, sobrepasas el límite y entras en el desierto de la ansiedad del que ya nunca sales. Bueno, sales solo a ratos, pero en el momento en el que empiezas a correr de nuevo, sin darte cuenta, despiertas otra vez estrellada en un sitio inhóspito del que creías que habías escapado para siempre.

El miedo a la pesadilla siempre está ahí, porque no es algo que se pueda controlar una vez dentro. Hay que instalar la lentitud en nuestra vida para no pasar al lado oscuro. Lo peor de esta vez es que he querido luchar y no he aceptado mi situación, por lo que el dolor ha sido más fuerte y ha durado más.

Tengo 50 años y lo único que deseo es la calma. Me han tenido que subir la medicación porque yo sola no puedo. A mi cuerpo la falta algún componente químico para que deje de correr y huir de un peligro imaginario. Sufrir, ¿para qué? Pastillas, bienvenidas.

Me voy aceptando y voy entendiendo mi situación. Nadie llega de repente a la ansiedad: han debido sucederse circunstancias y abrirse heridas que te empujan al abismo. Y en la sociedad actual, llena de malas noticias y de gente ambiciosa sin escrúpulos, no es difícil caer. Pero bueno, lo importante es que hoy el cielo es azul y que hay gente que me quiere, por lo que seguir caminando merece la pena.

MARÍA JESÚS SÁNCHEZ
  • 17.2.23
Para vivir, todos los seres vivos –las plantas, los animales y las personas– necesitamos convivir porque la supervivencia no es posible sin la colaboración. Los seres humanos sabemos que ninguno de nosotros es autosuficiente porque todos somos frágiles, débiles, vulnerables y, por lo tanto, interdependientes como personas, como familias, como empresas, como pueblos y como naciones.


Y, además, todos hemos comprobado que el aislamiento nos debilita y puede ser mortal, y que la convivencia y la colaboración son indispensables para la supervivencia individual y colectiva: son uno medios y unos fines en sí mismos. Esta es una de las razones por las que nos asociamos en diferentes “comunidades” según nuestros intereses, nuestras ideas o nuestras aficiones.

El valor y la utilidad de Democracia de trinchera. ¿Por qué votamos a quienes votamos? (Barcelona, Península, 2023), que trata sobre las maneras de adherirnos a los grupos políticos y, más concretamente, sobre nuestros modos de votar, que radican en la concreción de sus orientaciones para resolver los problemas colectivos, en la profundidad de sus análisis psicológicos y sociológicos, y en la claridad de sus explicaciones concretas y prácticas.

El politólogo Lluis Orriols, profesor y vicedecano de la Facultad de Ciencias Políticas en la Universidad Carlos III de Madrid, con sus ideas, con sus preguntas y con sus respuestas nos orienta y nos estimula para que reflexionemos y autocritiquemos nuestras maneras de integrarnos o de votar a los partidos. ¿Lo hacemos –nos pregunta– por lealtad o por conveniencia?

Él parte del supuesto de que la identidad partidista –con sus males y con sus virtudes– posee un papel importante en el funcionamiento de la democracia. Explica cómo nuestro voto es un mecanismo de control a los gobernantes, es una manera de expresar nuestra confianza o nuestra desconfianza, es una forma de seleccionar a los que ofrecen soluciones adecuadas y de rechazar a los que no cumplen sus promesas.

Su pregunta inicial es el punto de partida para los análisis de nuestras opciones como votantes: ¿debemos votar a los partidos con cuyas ideologías estamos identificados o a los que responden a nuestros intereses? Tras reconocer que quienes se identifican con los gobernantes tienden a ser más indulgentes y buscan excusas para no reconocer sus errores ni que “las cosas van mal”, también nos explica la conveniencia y la necesidad de establecer unos vínculos emocionales para configurar nuestra identidad social.

Este conjunto de análisis, de reflexiones, de criterios y de pautas orientadoras, en mi opinión, es un punto de partida válido para guiar nuestra participación en la política y, también, para valorar nuestras colaboraciones en los diversos grupos sociales y culturales. A mi juicio, puede ayudar a los políticos, a los profesores, a los educadores y a los críticos para orientar la reflexión y el manejo adecuado de los resortes emocionales, y para generar hábitos de convivencia, de diálogo y colaboración.

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO
  • 16.2.23
Manuel García Fernández intervino en el congreso como investigador de la Universidad de Macondo. Sus palabras fueron escuchadas con atención por los miembros de un público ávido de novedades hasta que, llegado el momento, aprovecharon un descanso para dirigirse a la cafetería de la Facultad.


Manuel observó a su alrededor encantado. Habían asistido los mayores sabios de su campo, y había alguna investigadora de buen ver… Quizá una oportunidad para rehacer su vida, tras un divorcio mal llevado. Pero bueno, eso habría que verlo. Lo primero era tomar asiento y conversar con sus colegas.

El investigador de la Universidad de Macondo tomó asiento en una mesa poblada de rostros serios y se dirigió a ellos con naturalidad. Sin embargo, para su sorpresa, ignoraron sus palabras. “Son británicos, sin duda alguna”, se dijo. Así que empezó a dirigirse a ellos en inglés. En esta ocasión, los doctos investigadores le dirigieron una mirada de desprecio y continuaron hablando como si no hubiera pasado nada. “¡Oigan! ¡Les estoy hablando! I’m talking with you!”, gritó. Desde otra mesa, un académico enchaquetado agarró una pieza de pan y se lo tiró al rostro.

Los niñatos se reían a carcajadas. El conocido como el ‘loco del parque’ se retorcía de dolor mientras gritaba palabras en inglés al aire. Un señor con una enfermedad mental que le impedía tener una vida normal.

Manuel García Fernández es un personaje ficticio, investigador de la también ficticia Universidad de Macondo –patria de los enfermos mentales y de los amantes de la literatura de Gabriel García Márquez–, y vive sin más techo que el cielo. Sin embargo, no hace falta tirar de imaginación. Les invito a que salgan a la calle y observen las vías públicas, las estaciones y, en especial, los parques. Encontrarán otras personas sin hogar y con importantes problemas de salud mental sin apoyo social alguno.

De acuerdo con el Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental, la esquizofrenia es uno de los trastornos mentales más graves y que causa mayor grado de discapacidad, coste económico y sufrimiento individual y familiar. Una enfermedad que afecta aproximadamente a 400.000 españoles, según la institución.

Sin embargo, no hace falta referirse a enfermedades tan graves para tratar la cuestión de la salud mental. Piense en su entorno. Estoy convencido de que convive o, al menos, tiene una persona cercana que padece una tristeza que no se va, ansiedad o que está quemada con su trabajo o una oposición. Son los males de nuestro tiempo, en un momento en que somos dependientes de psicópatas y tiranos, y en el que la productividad y la formación nunca son suficientes. ¡Autoexigencia continua!

Sí, es cierto. Pocas cosas dan más salud mental que un trabajo digno y un salario decente. Sin embargo, quizá le dé a usted por dirigirse a su cuarto de baño y, mirándose al espejo, encuentre a una persona con un problema de salud mental, por leve que sea. Si es así, le invito a que se ponga en contacto con un profesional lo antes posible. No es ninguna debilidad.

El pasado fin de semana hubo una serie de manifestaciones –en exceso politizadas, como siempre–, en las que se defendió una salud pública de calidad. Una salud pública que también incluyera la salud mental. En concreto, para que pueda usted ir a su médico de cabecera a contarle su problema y que, desde allí, pueda enviarle a un especialista, con un tratamiento efectivo, a tiempo y gratuito.

Estaremos de acuerdo con que, en un momento en el que la tasa de suicidios está en máximos, es necesario derivar más recursos que nunca a la sanidad pública y a la atención de la salud mental en todos los niveles.

Haereticus dixit

RAFAEL SOTO
  • 15.2.23
La semana pasada se presentó un banco en el paseo marítimo de una ciudad a la que llamaré Bulería, bulería. Utilizo un nombre ficticio porque la hipocresía, el servilismo a las grandes empresas y el greenwashing institucional son generalizados en la sociedad y estos bancos están en todas las ciudades. Además, no quiero señalar a nadie, ni siquiera a las concejalas que no dan coba y no contestan a los correos para retirar una red fantasma, porque en algún momento se habrán sentido ofendidas y atacadas por una opinión.


El banco tiene de especial que se ha hecho con material reciclado (nada nuevo) y un 30 por ciento proviene de las basuras marinas que una empresa de refrescos –tampoco la nombraré, para no perjudicarla– ha recogido de mares y playas con la ayuda de voluntarios, la mayoría niños cautivos en horario escolar y pescadores, en una campaña que han llamado Mares circulares.

La idea es maravillosa: limpiar mares y océanos, sensibilizar a la población e intentar solucionar una situación, la de los residuos, que se nos ha ido de las manos. El problema viene cuando la empresa que financia esta campaña y promete "la chispa de la vida" es la que más contamina con sus envases de plástico en el mundo, y se niega a eliminar este material porque “los consumidores lo demandan”, como dijo en 2020 su vicepresidenta senior y oficial de Comunicaciones y Sostenibilidad.

Según un estudio de Greenpeace, elaborado a partir de los residuos que 11.000 voluntarios recogieron de las playas durante años, en 45 países, esta empresa genera el 10 por ciento de los envases de un solo uso en el planeta, 110.000 millones de botellas por año, 3.400 por segundo, unos tres millones de toneladas de plástico. A lo mejor, atendiendo a estas cifras, si eliminasen estos envases de su cadena de producción, podrían hacer bancos más bonitos y presumir, de verdad, de su compromiso con la naturaleza.

Porque ya lo decían las abuelas: "no es más limpio el que más limpia, sino el que menos ensucia". Si nuestros dirigentes no se dejasen engatusar por las mentiras de estas empresas y castigasen a las que más contaminan, y apostasen por sistemas de gestión que se basen en la reducción en vez de en el reciclaje, tendríamos alguna oportunidad para solucionar el problema.

Pero no queda ahí la incomodidad de este banco. Esta empresa basa su negocio en vender un producto que genera diabetes, obesidad, adicción, perdida de esmalte en los dientes, envejecimiento y otras muchas patologías que la ciencia ha demostrado sistemáticamente, pero que sus bonitas campañas publicitarias y el mecenazgo de miles de eventos a nivel mundial, relacionados con jóvenes en el deporte, el medio ambiente, la salud y la cultura, maquillan, afirmando que reparten felicidad desde 1896.

Si a esto le sumamos, que en muchos países están robando el agua potable de acuíferos y ríos a la población nativa para fabricar su veneno contaminante, una bebida basura de la que podemos prescindir, el refresco se convierte en una de esas explicaciones de por qué nuestra especie no tiene futuro.

Aplaudir, premiar, bendecir, presentar un banco solitario como si fuese el descubrimiento del siglo, rodeado de políticos, empresarios y medios de comunicación, es destruir, tirar por la borda, todos los esfuerzos, campañas y consejos que las Administraciones, las familias y los maestros le hacen a la población para la conservación de la naturaleza, para la prevención de las enfermedades, para construir un mundo más justo.

Esa bebida debería desaparecer de nuestras vidas, y si el libre mercado lo impide, debería tener impuestos tan altos como el tabaco o el alcohol, porque son tan perjudiciales y nocivas como esas drogas. Pero poderoso caballero es Don Dinero, que rellena las arcas del Estado...

Esa foto, esas sonrisas y esas palabras de agradecimiento son prescindibles y más si lo que se aplaude son esas limpiezas que hacen escolares, en las que el objetivo no es retirar basura, sino limpiar su imagen, conseguir clientes adictos que consuman su pócima, y convertirlos en vectores que propaguen su marca con baratijas publicitarias que lucirán con orgullo en su día a día, y que le harán creer que el brebaje que beben debe ser bueno, porque es legal y no está prohibido.

Los dirigentes tienen que defendernos de los que quieren hacer daño a la sociedad, no venderles, por un puñado de euros, el alma de sus ciudadanos. Ese banco es un símbolo de la vergüenza, del capitalismo desenfrenado, de lo contradictorio de los mensajes a la ciudadanía, de la hipocresía en la que nos movemos, de la carencia de principios y del poco respeto que nos tienen, y se tienen, al prestarse a tales despropósitos.

MOI PALMERO
  • 14.2.23
La vida es una fiera montaraz que en ocasiones se precipita sobre nosotros como un leopardo agazapado entre las rocas que no vemos. Es un salto imperceptible que te devuelve a un tiempo ya consumido y consumado, a un momento que en ocasiones tampoco existió, porque el recuerdo y los sueños se nutren de la misma materia viscosa y se escurren entre nuestras vísceras sin que podamos atender ni entender el origen de su naturaleza.


El olvido se nutre de recuerdos que tenían fecha de caducidad y de sueños disparatados que un día alcanzamos a pensar que pudieran ser ciertos. Pero nada es verdad. Ni siquiera ahora que nos miramos al espejo descubrimos a aquel otro que siempre anda a nuestro lado.

Yo no soy yo, soy este que va a mi lado, escribiría más o menos Juan Ramón Jiménez, aquel marido insoportable y al mismo tiempo un poeta tan grande. Cada cual puede ser y es un poco de todo a la vez. Lúcido y miserable, ingenioso y grotesco.

Estamos fabricados de una materia moldeable y al mismo indetectable, fútil como un fuego invisible que nos quema y nos alimenta y nos destruye al mismo tiempo. Y ahí seguimos a nuestro pesar.

Un buen día, cualquier día, un día de estos, alguien te llama por teléfono y te dice que un amigo ha muerto. Dos días antes hablabas con él, ya cansado de la vida y del hospital, y te hablaba de vivir solo y para siempre solo.

Pienso que se murió porque ya no quería vivir más. Llega un día en que nos sobra la vida y la esperanza. Nos sobra todo. Ocurre de un día para otro, sin haberlo pensado demasiado. La vida se te cae en lo alto con el peso de un leopardo y te deja tumbado en la cama con un desasosiego que no quieres para nadie.

Ahora, cuando vaya a Montilla, no te podré buscar en el Mayga a esa hora en que los jóvenes consumen pizza y refrescos, cuando la noche naufraga en dirección contraria hacia donde apunta el fin del mundo, ni podrás discutir con Miguel Veneno los sinsabores de la adolescencia extraviada con un vaso de tinto entre las manos.

Hay un pasaje secreto que nadie conoce y que nadie quiere cruzar cuando las noches son frías y desalentadoras, y tú te metiste por ese hueco inadvertidamente, como quien juega a la gallinita ciega, pero ibas con los ojos muy abiertos, y la vida te devolvió de frente la imagen que nunca lograste olvidar.

Ahora, transcurridos los años, veo la existencia inútil, y los días despilfarrados doblados en una cartera en la que sobran los billetes usados, las direcciones, los números de teléfono, el nombre de aquellas mujeres que nos amaron y tuvieron que olvidarnos a su pesar.

Entonces éramos muy jóvenes y saboteábamos a la vida del mismo modo que los banqueros nos han saboteado, poco más o menos, a todos los ciudadanos, creyendo, insensatos, que la vida no se cobra sus propios intereses.

En aquellos días, cuando todavía no votábamos y Franco gobernaba a golpes de decreto y de bayoneta, cuando The Beatles y Bob Dylan nos ofrecían un mundo que anhelábamos, tú preferías los boleros de Antonio Machín, los cigarrillos rubios sin filtro –eso sí, los mejores: Bisontes y Las Tres Carabelas–, los boquerones en vinagre de Los Barriles, la política que desconocíamos entonces y que nunca te abandonó, la cerveza muy fría que tampoco te abandonó, y los amigos leales, los de siempre.

Yo comencé a escribir porque tú escribías versos de amor, y Antonio Herrador escribía versos de amor, y Antonio Cruz también escribía versos de amor, y Richard, y tantos más. Así que también yo me dispuse a escribir versos de amor.

Pero me venían estrechos los versos y me bajé a la prosa para estar más a gusto. Y aquí me quedé. Así que todos fuisteis culpables de que entonces, con 13 años, yo me pusiera a buscarle el envés a las palabras, y sacudiera los versos para imponerles otro ritmo, y buscara y encontrara metáforas y otras herramientas útiles para la escritura incluso debajo de los posavasos.

Tú fuiste culpable, en parte, de aquella vocación temprana de la que todos os sacudisteis las ropas y me dejasteis a mí aquí, solo con las palabras, con la duda inútil de si valió la pena morderle las esquinas a la vida para arañarle otros sentimientos y otras certezas.

Te vas ahora que el agua está turbia y el futuro se vislumbra desdibujado como si anticiparas con tu partida un tiempo de ventiscas inmisericordes e injustas. Te vas ahora que nos habíamos vuelto a encontrar después de tantos años, como si el tiempo ya marchito pudiera devolvernos los años olvidados.

Siempre nos quedará la sospecha de qué hicimos mal; si aquel tiempo de la vigilia nos pasará factura después; de si vale la pena ir más allá de donde la naturaleza cierra con una empalizada sus fronteras a la felicidad.

Cuando vuelva al bar de todos los fines de semana, recordaré, entre volutas de humo, tu perfil amigo entrañable, tu carácter agrio que pocas veces daba paso a la ternura, que se debatía en tus vísceras por querer salir a flote en un mundo en el que todos comenzamos ya a sentirnos extraños.

He bajado a la calle, al primer bar que encontré abierto. He pedido una caña de cerveza, he encendido un cigarro. Mientras, escucho una canción de Antonio Machín que solo yo oigo en mi interior. Y cuento cuántos amigos éramos en aquella pandilla que el tiempo desvaneció. Y sé que falta uno, que eres tú, el primero que se ha ido. Sin despedirte, además. O haciéndolo a regañadientes.

“Me tendré que acostumbrar a vivir solo ahora”, me decías hace unos días. Pero no. Ya vivíamos solos, desde mucho antes, desde que comenzamos a esbozar y a borrar aquellos primeros versos que la historia, afortunadamente, jamás conocerá.

Ahora, al irte, nos has dejado solos a nosotros, más solos aún, en un mundo que no tiene arreglo posible, o al menos no se vislumbra próximo. Y para arreglarlo necesitamos muchas manos. También las tuyas. Pero no, ya no las tenemos. Y eso, carajo, no se hace.

Columna publicada originalmente en Montilla Digital el 21 de enero de 2012.

ANTONIO LÓPEZ HIDALGO
  • 13.2.23
Hay revuelo gubernamental por la ley del solo sí es sí. Y no es para menos. La intención con la que se elaboró esa norma por parte del Ministerio de Igualdad pudo haber sido buena, pero su puesta en vigor ha resultado ser, cuando menos, contraproducente judicialmente.


Más que proteger a la mujer víctima de violación u otras agresiones sexuales, ha favorecido al delincuente sexual, permitiéndole unas rebajas de penas que han soliviantado a todo el mundo, menos a los responsables ministeriales que redactaron la ley, pues no admiten ninguna corrección de un texto legal manifiestamente mejorable.

Achacan sus efectos indeseados a los jueces, quienes suelen interpretar cualquier ley y fallar toda sentencia según los términos que la misma ley establece. Sin embargo, parece que el entuerto cometido no tiene fácil solución, a la vista de las tensiones que provoca entre los socios del Gobierno.

Unas tensiones más teatrales que reales, puesto que afloran en un momento en el que parece aconsejable delimitar perfiles que diferencien a los protagonistas de una coalición que han de competir en las próximas elecciones que tenemos por delante.

Dan la impresión, desde las gradas de la calle, que están tomando posiciones para ver quién es más guapo electoralmente. Porque, de lo contrario, no se entiende que perfeccionar una ley sea motivo de tanta discusión y enfrentamiento.

Para cualquier profano en Derecho, como el que suscribe, resulta evidente que algo falla en la ley cuando su efecto más inmediato no es el endurecimiento de las condenas, sino la reducción de las mismas a los reos. A los legos en la materia no les cuesta trabajo comprender que no son los jueces los causantes de este desaguisado, sino la propia ley que permite tal lectura.

De ahí que la gente no se explique por qué no se aborda su corrección sin más, sin tantas algaradas ni sobreactuaciones de cara a la galería, máxime cuando en el Gobierno hay jueces y abogados con experiencia al respecto y cuentan con asesores legales y toda una panoplia de expertos jurídicos que conocen perfectamente cómo armar un texto legal blindado a las interpretaciones.

El cálculo electoral y la soberbia parecen presidir las negociaciones hasta el extremo de impedir la enmienda de una ley que causa más daño que amparo a las víctimas de la violencia sexual. En el poco tiempo que lleva vigente, cerca de 500 condenados por delitos sexuales han visto reducidas sus condenas y decenas de ellos, con penas bajas es verdad, han sido excarcelados.

¿Acaso no es motivo suficiente este resultado indeseado de la ley para acometer su reforma sin demora ni discusión? Flaco favor se les está haciendo a las mujeres, que asisten atónitas al espectáculo encarnizado que protagonizan quienes presumen de portar la bandera del feminismo y, por consiguiente, la de la lucha contra las desigualdades que aun penalizan a la mujer y la del combate contra la violencia de género.

Si la gran ley que iba a materializar ese ideal de justicia es ésta por la que ahora se pelean, mejor sería que se dedicasen a otra cosa más apropiada con los egos intransigentes que exhiben con mutua desconfianza. Así no se trabaja por el bien general, sino por el interés partidista, para ver quién se pone la medalla ante la opinión pública.

Los tertulianos de cualquier taberna del país sabrían qué hacer para corregir una norma con absoluto respeto al espíritu que la inspira: centrar todo el peso de la prueba del delito en la no existencia de consentimiento expreso, en el “solo sí es sí”.

Y graduar las condenas, que han de castigar tanto los abusos como las agresiones –unificados en la ley solo como agresiones–, en función de si, además, se ejerce violencia e intimidación en el ilícito penal, lo que implicaría el aumento de las penas mínimas y evitaría la reducción de condenas y las excarcelaciones. Es decir, se mantendría la agresión sexual como único delito, pero diferenciando si hubo violencia o no. ¿Significaría esto recuperar la denostada ley anterior?

Hay que comprender que el objetivo de la actual Ley de Libertad Sexual, que se pretende corregir, es procurar que cualquier acto no consentido contra la libertad sexual sea tipificado como un delito de agresión, exista o no violencia, puesto que lesiona esa libertad, que es considerada un bien jurídico cuya esencia se defiende.

A los artífices de la ley no les agrada la introducción de grados entre agresiones con violencia o intimidación o no porque temen que se volvería a diferenciar la existencia de ataques más graves o menos graves a la libertad sexual.

A su juicio, de alguna manera se estaría otorgando más importancia a la violencia que al ataque a la libertad sexual. Mientras que los partidarios de la reforma lo que persiguen es recortar en lo posible el arbitrio judicial, al reducir o acotar el margen interpretativo, agravando las penas cuando concurran violencia o intimidación. ¿Será posible compatibilizar ambos objetivos?

Si se empeñan con buena voluntad y sin ánimos torticeros, claro que sí. No hay que ser un togado jurista para hallar lo que tienen en común ambas propuestas, manteniendo el concepto de libertad sexual y el consentimiento como eje central de la ley. Es decir, sin tocar el artículo 178 del Código Penal. Y sin hacer distinción entre abuso y agresión, pues se conserva que cualquier lesión a esa libertad sexual sea tipificado como delito de agresión sexual, ya que esa libertad sexual es un bien jurídico esencial, o sea, el tipo básico o derecho a proteger.

De ahí que agravar la pena sin cambiar la esencia del delito, incluyendo la violencia y la intimidación como agravantes, no es recuperar la ley anterior, sino perfeccionar una excelente Ley de Libertad Sexual que es muy necesaria y oportuna.

Tampoco significaría recriminar a la víctima la ausencia de resistencia a la hora de ponderar el empleo de violencia o intimidación en el ataque que sufre. ¿Se pondrán de acuerdo Unidas Podemos y PSOE durante la tramitación parlamentaria de la reforma? Depende de los cálculos electoralistas de ambos partidos, socios coaligados en el Gobierno.

Y eso es más difícil que dominar Derecho, pues entra de lleno en el terreno de la Política, campo abonado a la demagogia, a la manipulación y al fariseísmo cuando olvida su fin, que es el bien común. En este caso, el de las mujeres que todavía tienen que aguantar palabras, tocamientos, agresiones, violaciones y ataques a su integridad física que menosprecian y socavan su libertad sexual. Ya es hora de que solo sí sea sí.

DANIEL GUERRERO
  • 12.2.23
Como todos sabemos, la muerte de la joven iraní Mahsa Amini, el 16 de septiembre del año pasado, tras ser arrestada y torturada a manos de la policía religiosa islámica por llevar mal puesto el velo o hiyab, desató una ola de contestación por todo el país que fue duramente reprimida por el régimen de los ayatolás, con más de 150 muertos y miles de detenidos.


La protesta internacional de apoyo a las mujeres iraníes se extendió por todos los continentes, ya que la muerte de esta joven de origen kurdo era la muestra palpable de la represión que sufren las mujeres en los regímenes islámicos.

Pero creo que no es necesario que nos lleguen estas terribles noticias para que podamos conocer con cierto rigor cómo viven las mujeres en los países musulmanes. Es por ello que esta segunda parte de la entrevista que iniciamos la semana pasada con el profesor Waleed Saleh puede servirnos para que comprendamos las enormes dificultades por las que atraviesan las mujeres en su proceso de emancipación dentro del mundo islámico.

—Retomamos, Waleed, el tema que habíamos dejado la semana pasada, de modo que en esta parte nos centraremos en la situación de la mujer y el feminismo en relación con el islam. La pregunta que te hago creo que es sencilla: en Occidente se suele ver a la mujer musulmana como un ser de segunda categoría. ¿Es cierto esto?

—No solo Occidente sino también los propios musulmanes, si son sensatos, reconocen la inferioridad de la mujer musulmana con respecto a los hombres. Está discriminada en las sociedades, en las leyes y en los códigos de la familia. La injusticia que sufre la mujer musulmana tiene muchas caras. Te voy a indicar algunas de ellas.

El matrimonio de menores es una práctica muy extendida en los países de mayoría musulmana. Para dar su consentimiento, la mujer, aunque sea adulta, necesita la tutela de un familiar varón. El repudio sin ningún tipo de justificación es un arma en manos del marido que acude a ella en cualquier momento que desee.

La custodia de los hijos en la mayoría de estos países corresponde al marido. En el caso de que una mujer esté casada con un extranjero, los hijos solo pueden optar por la nacionalidad del padre. Socialmente, en los países musulmanes más estrictos, la mujer suele tener un margen mucho más estrecho que el hombre en cuanto a su aparición en público o para practicar ciertas actividades deportivas o artísticas, como la natación o para cantar o actuar en una obra de teatro.

—Ahondando en lo que has comentado, ¿cuáles son los derechos que en el propio islam les están negados a las mujeres?

—De igual manera, te apunto unos cuantos. Por ejemplo, el islam estipula que la herencia de la mujer debe ser la mitad de lo que corresponde a sus hermanos varones. Su testimonio vale también la mitad del testimonio de un hombre, de modo que en caso de un juicio que requiera dos testigos, serán cuatro si son mujeres.

El marido tiene derecho a abandonar a su esposa en el lecho matrimonial y pegarle en caso de desobediencia. Todo su cuerpo es ‘vergüenza’ que hay que tapar y solo puede mostrar las manos y la cara. Debe quedarse en casa y no salir a la calle, excepto en caso de necesidad o emergencia. El hombre tiene derecho a casarse con hasta cuatro mujeres, además de tener numerosas concubinas.

—Nos has expuesto cuestiones de tipo general. Sin embargo, en ocasiones, en el mundo musulmán se aprueban fetuas que nos sorprenden. Me gustaría que explicaras qué son las fetuas o fatwas y quiénes pueden dictarlas.

—La fetua, o fatwa en árabe, es un dictamen legal, una respuesta a una cuestión de derecho dictada por un jurisconsulto llamado muftí. Este debe ser musulmán y profundo conocedor de las disposiciones de la sharía. Es nombrado por el Gobierno y suele estar vinculado a los ministerios de Justicia o de Asuntos Religiosos.

Por la inexistencia de una clerecía legal, en el islam hay instituciones y líderes religiosos que se han arrogado el derecho de emitir fatwas. Así, al-Azhar, mezquita-universidad y máxima autoridad religiosa en Egipto, emite con frecuencia fatwas que no se limitan a los asuntos estrictamente religiosos. Este organismo, desde que fue nacionalizado en los años cincuenta, se convirtió en la sombra del Gobierno de turno, incluso de gobiernos ajenos.

Antes de la Segunda Guerra del Golfo, en 1991, el rey de Arabia Saudí, Fahd Bin Abdelaziz, le pidió a al-Azhar que dictaminara una fatwa que justificara la presencia de tropas extranjeras en los territorios saudíes (tierra sagrada del islam para defenderse de un posible ataque del ejército iraquí). Incluso Mubarak, en la misma ocasión, le pidió que emitiera una fatwa autorizando que tropas egipcias participaran junto a la coalición internacional en atacar al ejército iraquí y expulsarlo de Kuwait. Al-Azhar no tuvo reparo en manifestarse favorable en ambos casos.

—En tu libro 'Feminismo e islam' describes algunas fetuas sorprendentes, especialmente, cuando están referidas a la mujer. ¿Podrías comentar algunas de ellas?

—En efecto, comentaré algunas porque la corriente de las fatwas es incesable. Por ejemplo, en Arabia Saudí, la Dirección General de Investigaciones Científicas y de Fatwas dictó la fatwa número 21758 en el año 2000 referente al videojuego Pokémon. Conforme al dictamen, las autoridades de los países musulmanes deberían prohibirlo por varias razones: este juego adopta la Teoría de la Evolución; contiene símbolos de religiones desviadas y anima a traicionar a la patria. Esta fatwa fue renovada en 2016.

Izzat Atiyya, exdirector del Departamento de al-Hadiz de la Universidad al-Azhar de El Cairo dictó en octubre de 2007 una fatwa que obliga a la mujer a amamantar al menos cinco veces a su compañero de trabajo para poder estar con él a solas. De este modo, la mujer se convertiría en madre nodriza del hombre y evitaría cualquier intención deshonesta entre ambos. Era una solución para que dos personas de distinto sexo y sin ningún lazo familiar pudieran estar juntos en un despacho o un laboratorio y que no estuviera satanás tentándolos.

El jeque Ibrahim Yarwin, encargado de asuntos de la Conciencia Pública del Movimiento de Jóvenes Somalíes, emitió una fatwa en la que prohibía que las mujeres usasen sujetadores, que los hombres se dejasen bigote y afeitasen la barba o se pusieran pantalones que no llegasen hasta el tobillo.

En la misma fatwa prohibía el fútbol, escuchar música o bailar incluso en las bodas, ver películas o hacer fotos. Sugería que las mujeres durante el periodo menstrual llevaran pantalones de color rojo para indicar que tenían la regla y así los encargados de la moral religiosa no las persiguieran para conducirlas a la mezquita para rezar.

Varios jeques marroquíes firmaron una fatwa que prohíbe que un hombre se siente en una silla que acaba de abandonar una mujer, ya que debería dejarla enfriar, porque el calor que deja la mujer puede ser excitante sexualmente.

El territorio europeo tampoco se ha salvado de estas fechorías. Hace unos años, el líder religioso Mohamad Kemal, imam de una mezquita en Fuengirola, explicó en una publicación cómo pegar a las mujeres sin dejar marca. Otro residente en este continente aseguró que las mujeres no deberían estar cerca de plátanos, pepinos o zanahorias para evitar que desencadenen pensamientos sexuales. En una entrevista publicada en el diario digital El Senousa, recogida por el portal árabe Bikyamasr.com, afirma que estas frutas y verduras tienen semejanzas con el órgano sexual masculino y pueden ser una tentación sexual para la mujer.

Como verás, por las fatwas anteriores observamos que los clérigos y las autoridades musulmanes, al igual que los líderes de otras religiones, tienen una obsesión enfermiza con el sexo y con la mujer. Su cuerpo es la medida con la que determinan la moral de la sociedad y marcan el comportamiento humano.

—¿Por qué tiene tanta importancia el velo en los países musulmanes? ¿Es obligatorio que las mujeres lo lleven?

—No existe unanimidad en el islam en cuanto a la obligatoriedad del velo. En el Corán aparece la palabra varias veces, pero con el significado de separación o cortina y en ningún caso hace referencia a la vestimenta de la mujer. Los ulemas y las instituciones islámicas, con el fin de controlar a la mujer, lo establecieron como obligación.

Hemos de tener en cuenta que el islam hereda esta tradición de prácticas preislámicas. Así, el reconocido arqueólogo, egiptólogo e historiador estadounidense James Henry Breasted, que incluyó el Cercano Oriente en la civilización occidental, afirma en su libro The Conquest of Civilization (1926) que los asirios son el primer pueblo que impuso en sus leyes el hiyab para las mujeres nobles y libres, excluyendo a las demás mujeres, con el fin de distinguirlas de la clase popular. Esta tradición pasó a los persas y después a los árabes, que la aplicaron en el islam. Por otro lado, cubrir el cabello es también signo de devoción en las otras dos religiones abrahámicas.

El velo o hiyab es, sin duda, uno de los aspectos visibles de todo un sistema represor que menoscaba los derechos y las libertades de la mujer. El islam, que hereda esta tradición de las dos religiones monoteístas anteriores, y que estas a su vez lo toman de civilizaciones más antiguas, lleva su uso a unos extremos insospechados.

Considera todo el cuerpo de la mujer como awra, o ‘vergüenza’, que hay que tapar, ocultar a los ojos de los hombres. “¡Quedaos en vuestras casas! ¡No os acicaléis como se acicalaban las antiguas paganas! ¡Haced la azalá! ¡Dad el azaque! ¡Obedeced a Dios y a su Enviado! Dios solo quiere liberaros de la mancha, gente de la casa, y purificaos por completo”, esto es lo que se lee en el Corán (33:33). De este modo, la voz y su risa femeninas son censuradas y su presencia pública limitada.

Creo que el hiyab no es solo un trozo de tela sino un arma para dominar el cuerpo y la mente de la mujer. Es toda una ideología que la estigmatiza y margina, usurpa sus derechos y libertades y la considera como una menor toda su vida. Las mujeres veladas llevan el hiyab o bien por obligación religiosa o por presión social. Esto da lugar a que la libertad personal tiene un margen estrecho porque en muchos países musulmanes las que no lo llevan se enfrentan a situaciones embarazosas: insultos, persecuciones y agresiones, que llegan a ser graves como las quemaduras de la cara con ácido.

—Tanto en tu libro como en tus conferencias consideras que el feminismo y el islam son incompatibles…

—Todas las religiones, tanto monoteístas o no, consideran la mujer un ser inferior. Es impura, carece de razón y de devoción. En el cristianismo, las mujeres siguen luchando para poder ser sacerdotisas y poder decir misa. Las monjas en la iglesia tienen una situación poco o nada envidiable en comparación con los sacerdotes.

Esto nos lleva a pensar que resulta difícil compaginar cualquiera de las religiones con el feminismo. Las religiones son machistas y discriminan a la mujer y el feminismo es un movimiento liberal, laico y universal. Lógicamente, una mujer musulmana o cristiana puede ser feminista y defensora de sus derechos; lo que resulta inviable es alegar que su religión va a ser su arma para liberarse, porque así cae en una contradicción. Buena parte de la falta de derechos de la mujer se debe a las religiones, por lo que es absurdo pensar que la propia religión será su camino a la libertad.

El feminismo no admite etiquetas, por lo que es un error seguir pensando que existe un feminismo islámico y otro cristiano, negro o de fronteras. El feminismo es indivisible como la democracia: no puede haber una democracia para occidentales y otra para chinos o árabes. El laicismo, separación de la religión de la política, creo que es el mejor sistema para defender los derechos y las libertades de la sociedad, de mujeres y hombres, independientemente de su ideología, creencia o pertenecía geográfica.

Algo que conviene aclarar es que las mujeres musulmanas antes de los años noventa luchaban sin tener la referencia de la religión en su lucha. Solo se empezó a hablar del feminismo islámico a mediados de esa década.

Al amparo del concepto del relativismo cultural, ciertos investigadores e intelectuales, mujeres y hombres occidentales, salen en defensa del feminismo islámico. Su argumento se basa en que cada pueblo tiene su propia cultura y que no existe una cultura universal válida para todos los pueblos.

Desde esta posición, hay que tolerar ciertas prácticas y costumbres arraigadas en aquellas culturas, aunque lesionen en alguna medida los derechos establecidos en el mundo desarrollado y con valores democráticos. De este modo, pueden justificar la sumisión de la mujer musulmana al hombre porque se supone que forma parte de la cultura musulmana. Asimismo, se pueden justificar otras prácticas como la poligamia o el injusto reparto de la herencia entre hombres y mujeres.

—Para cerrar esta entrevista, me gustaría que nos indicaras qué mujeres procedentes del mundo árabe-musulmán te resultan más relevantes dentro del feminismo.

Son numerosísimas y pertenecientes a varias generaciones repartidas en países de mayoría musulmana como Afganistán o Irán y los países del mundo árabe como Egipto, Siria, Líbano, Iraq, Túnez o Marruecos. Se me ocurre mencionar nombres de mujeres que lucharon entonces por sus derechos como Hind Nawfal, May Ziade, Nazik al-Abid, Anissa Najjar, Maryam Namazie, Shirin Ebadi, Zoraya Tarzi...

Esta tendencia ha continuado con mujeres como Nawal Saadawi, Wassyla Tamzali, Ghada al-Samman, Ahlam Mostaghanemi, Lutfiya al-Dulaymi, Olfa Youssef... Su lucha en defensa de los derechos de la mujer no se diferencia de la lucha de la mujer en cualquier otra parte del mundo, porque las injusticias que sufren son iguales o muy parecidas. Una feminista como Nawal Saadawi, psiquiatra y escritora egipcia, muy conocida internacionalmente, tiene su obra traducida a muchos idiomas incluido el español, por lo que resulta fácil conocer sus ideas.

AURELIANO SÁINZ
  • 10.2.23
Con la lectura de Goethe y la experiencia de la naturaleza (Barcelona, Ariel 2023), un ensayo que, además de riguroso y serio, es ameno y, en ocasiones, sugestivo, podemos comprobar cómo los trabajos de Goethe, poeta, científico y psicólogo, marcan un hito decisivo en el trascurso de las diversas etapas que se han sucedido en el lento proceso de acercamiento mutuo entre el hombre y la naturaleza, y, a mi juicio, debería estimular la colaboración estrecha entre los científicos y los artistas actuales.


El filólogo, historiador y filósofo Stefan Bollmann nos demuestra con datos concluyentes y nos explica con un lenguaje atractivo cómo Goethe, el poeta alemán autor de Fausto, que ejerció su magisterio sobre toda Europa, fue también un profundo investigador de las Ciencias Naturales y un maestro por su manera de explorar y de concebir a la naturaleza no como un objeto extraño, oscuro e incognoscible, sino como una realidad próxima y cognoscible. Su vida, afirma categóricamente, “es la historia de una experiencia con la naturaleza” y, explica con claridad que Goethe denomina ciencia a la experiencia, e, incluso, la tiene “por la única ciencia verdadera”.

Llega a la conclusión de que cuando nos conformarnos con valorar sus ideas solo desde la perspectiva histórica, no llegamos a comprender la esencia de lo que Goethe pensó e hizo durante los cincuenta años dedicados a estudiar la naturaleza.

Nos recuerda que, en sus trabajos de investigación sobre Geología, Meteorología y Botánica, Meteorología y Física atmosférica, expuso cómo, gracias a la ciencia y a la técnica, podemos luchar para dominar los espacios hostiles y los episodios adversos.

Y es que Goethe, ya desde su juventud, estaba convencido de que el ser humano era parte de la Tierra y de que la naturaleza proporcionaba las fuerzas necesarias para dominar la vida porque, cuanto más aprendemos de la naturaleza, mejor aprendemos a conocernos a nosotros mismos: “el conocimiento de la naturaleza es una fuente para comprender nuestra humanidad”. No es extraño, por lo tanto, que Goethe “frecuente las arboledas y tome baños de bosque para para sanar las heridas de un amor desdichado en su alma”.

La lectura de esta obra nos demuestra que la complementariedad del proceso de “naturalización de la vida humana” y el de la “humanización de la naturaleza” comienzan cuando concebimos a la naturaleza, no como lo extraño y lo incognoscible, sino como lo próximo y cognoscible.

En consecuencia, la distancia entre la naturaleza y el hombre se acorta a medida en que aquélla nos abre sus secretos y se nos aparece como más nuestra, más próxima y más familiar. Esto ocurre cuando asumimos la naturalización de lo humano y, sobre todo, cuando consideramos lo natural y lo humano como un todo indisociable. En resumen, a mi juicio, esta obra demuestra cómo Goethe anuncia, muestra y demuestra una tesis actual: el reconocimiento empírico del hacer humano como variante del hacer universal.

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ
  • 7.2.23
Cada mañana, como una rutina cargada de curiosidad, conecto el ordenador y, saltando directamente la lista de periódicos que suelo consultar, entro en este diario digital para curiosear noticias relacionadas con nuestra tierra. Los titulares se escurren de la pantalla a buena velocidad porque, a priori, no todo me interesa.


Unos titulares detienen el recorrido por la pantalla y otros, carentes de importancia, van desapareciendo rápido hasta llegar al espacio de Firmas, donde entro en un periquete movido por el interés y la curiosidad de lo que pueda aparecer, bien de ese día o de publicaciones anteriores que no pude desmenuzar.

¿Interés especial? Sí y no. Hay artículos que se mantienen unos días y pueden ser rápidamente releídos porque algo quedó a medio atender o se pasó muy rápido por esa información. Dicha maniobra va en relación al tipo de contenido que casi no ves en su momento o con algo que se dice e interesa recopilar. Quede claro que los titulares pueden desviarse de los contenidos enunciados en la cabecera.

El primer artículo, con fecha del 29 de enero, muestra una elegante paloma de plumaje blanco en el recuadro de presentación. Entro movido por la curiosidad y, amén de ver las llamativas fotos y resbalar la mirada por el contenido, dejo la lectura para otro momento porque mi curiosidad ya se enganchó con anterioridad en el siguiente artículo, cuyo titular cautiva el interés y, a la par que la atención, aflora la curiosidad. Parte del título es “…In memoriam”.

La curiosidad cae prisionera de las líneas que vienen a continuación, en las cuales me adentro instigado por un interés retroactivo, dado que en su momento –han transcurrido ya once años del fúnebre evento– solo remarqué la noticia. Pero siempre quedan grietas en la memoria que permiten rememorar y repasar una vez más algún suceso o alguna información.

Para papá. In memoriam es un cuadro psicoafectivo que su autor, Antonio López Hidalgo, despliega en momentos concretos vividos cerca del padre y que han aflorado desde la memoria filial hasta el otoño de 2011. Dicha semblanza es un “retrato o bosquejo biográfico de una persona”, no es una noticia nueva, dado que ya fue publicada en su momento concreto cuando moría el padre y así nos lo recuerda este periódico: “Columna publicada originalmente en Montilla Digital el 26 de septiembre de 2011”.

En este caso concreto, a los lectores llegan los recuerdos luctuosos del padre, a los que hay que añadir los del hijo, cuya muerte no está muy lejana. Normalmente, este tipo de líneas suelen ser muy cercanas desde un punto de vista humano, aunque no tienen necesariamente que ser de un familiar.

La muerte se presenta cuando le parece bien. En el caso al que me refiero, puede valer como ejemplo la muerte del propio Antonio López Hidalgo, el 22 de mayo del pasado año. Metafóricamente, ambos, padre e hijo, son dos luceros que titilan “con un ligero temblor en el espacio celeste”.

En su fecha de origen, eran unas líneas muy cercanas y recientes, dedicadas a la persona fallecida, con las que se relatan momentos vividos, por lo general, junto a la persona ausente. O un repaso a lo largo de días, meses y años compartidos con el familiar difunto.

En segundo lugar, este tipo de escritos pueden estar centrados en una anécdota, entendida como “relato breve de un hecho curioso basado en el argumento de una obra literaria”. Ratifico el presente y retrocedo en el tiempo.

Por mi parte, después de unos meses, me atrevo a enviar estas líneas “in memoriam” para el recuerdo de Antonio López Hidalgo. Nos conocíamos pero la distancia y mis pocas visitas a Montilla no ofrecieron muchos momentos de intercambio y, por tanto, tampoco permitieron una relación más cercana.

Estas líneas pretenden recordar primero a la persona y, a continuación, al periodista y escritor que, con un trabajo perpetuado, llega hasta la cumbre en la Universidad de Sevilla. De hecho, y cito textualmente el comunicado que lanzó la Universidad Hispalense al conocerse la trágica noticia, se decía que “Antonio López Hidalgo, catedrático de la Universidad de Sevilla y director del Departamento de Periodismo II en la Facultad de Comunicación (FCOM), ha fallecido de forma repentina en Sevilla. El Decanato de la FCOM ha mostrado la consternación con la que se ha recibido la noticia en la comunidad universitaria”.

Periodista con amplia y brillante trayectoria profesional y docente, además de candidato en las elecciones a decano del 20 de junio de 2022, era director del Grupo de Investigación “Influencias de los Géneros Periodísticos”, así como un escritor de renombre. Hago una breve semblanza de su trayectoria personal.

En 1990 publica su primer libro, El sindicato clandestino de la Guardia Civil, junto al periodista Juan Emilio Ballesteros, después de una larga investigación periodística por la que fueron procesados y finalmente absueltos. Además, publicó varias obras de ficción y era autor de una amplia bibliografía académica, de la que caben destacar Las columnas del periódico; La entrevista. Entre la información y la creatividad; Las entrevistas periodísticas de José María Carretero; El Titular. Manual de titulación periodística; Géneros periodísticos complementarios; El periodista en su soledad; La columna. Periodismo y literatura en un género plural o Periodismo de inmersión para desenmascarar la realidad, escrito junto a la profesora Ángeles Fernández Barrero. Los dos últimos libros, que presentó a finales de 2021, recogen parte de su última producción periodística: Acerca del mundo y Días contados, elaborado conjuntamente con Jes Jiménez Segura.

Estas líneas solo pretenden recordar a una persona que, paso a paso, fue ganando prestigio como periodista en activo y docente en la Universidad, además de popularidad como escritor, que ya fue oficialmente mirado con desconfianza por su libro El sindicato clandestino de la Guardia Civil. Por todo ello, Antonio López Hidalgo sigue presente entre nosotros.

Como recuerdo especial, y no conocido por el público, finalizo estas líneas con una cita amplia que, desde mi punto de vista, resume su personalidad, su calidad como periodista y, como colofón, su aprecio y valoración del amigo. Me refiero a un librito dedicado a la amistad –y aclaro que, en este caso, decir "librito" no es un desprecio–.

En 1995 se editan las Hojas para un Tratado de Bibliofilia, un pequeño libro, una joya para sumar al conjunto de Bibliofilia Montillana, cuyo volumen no supera las 70 páginas. El valor de un libro no está en el número de hojas, pero sí en lo valioso de sus palabras. Y si además añadimos que estamos ante un grupo selecto de autores, entre los cuales está Antonio López Hidalgo, nos encontramos ante una joya como regalo y recuerdo.

Tanto el prólogo como el último capítulo son obra de Antonio López Hidalgo. Y en la presentación afirma que este volumen apenas es, ni pretende ser, más de lo que aparenta: “un manojo de páginas escritas para un amigo: Manuel Ruiz Luque”. La última intervención del libro también la cierra Antonio, con una semblanza que perfila un “retrato o bosquejo biográfico” del conocido bibliófilo montillano. El libro es, de hecho, un regalo de siete firmas conocidas en el mundo literario, amigos de Manuel Ruiz Luque, Medalla de Andalucía.

Y finalizo con un comentario personal. El colofón, con lo mucho que le agrada a Manolo Ruiz Luque escribirlos, en este caso no es de él –está claro que no podía serlo–. Es evidente que la sorpresa y la dedicatoria son un precioso recuerdo y homenaje para Manuel Ruiz Luque.

PEPE CANTILLO
  • 6.2.23
El otoño anticipa siempre sueños denostados y su paso amasa sensaciones que creíamos almacenadas en otro ámbito donde la memoria no suele merodear con inconfesables intenciones. Es éste un tiempo de despropósitos y de propuestas acumuladas que siempre identificamos como nuevas pero que nos persiguen a cada instante sin que seamos conscientes de que ya son parte nuestra identidad.


Los días de estío quedan atrás como si pertenecieran a otra existencia que nunca habitamos. Esa luz portentosa de las mañanas de verano y esa aire liviano que todo lo transforma. Las tardes de lluvia inesperada que traen un remanso de paz a nuestra mirada.

El mar está en calma. Es un colchón de agua, pensará alguien. O una alfombra de transparencias sinuosas, dirá otro. Buscamos el mar porque en su presencia poderosa extraviamos más esperanzas de las que logramos contabilizar en las noches de insomnio.

Después siempre queda esa sensación inacabada de los excesos premeditados. El verano se despide siempre a la francesa, sin un adiós que confirme un posterior encuentro. Viene el otoño laminando los días de una luz lánguida y con un presupuesto ajustado a estos tiempos de austeridad que despreciamos.

Las calles cobran un ritmo inhabitual que el verano nos hizo olvidar y la vendimia es ya una estación de nuestras vidas que apenas apercibimos en el tráfico urbano. El olor a mosto en el ambiente y el asfalto pegajoso de nuestra adolescencia apenas son perceptibles por nuestros sentidos. Hay ahora otra vida que apenas se parece a aquellos otros años en que creíamos que era posible el cambio y que el cambio siempre sería el vino de otras fiestas por inaugurar.

Pero el verano siempre deja víctimas en los andenes y a su paso, como quien no quiere, miramos de soslayo aquellos sueños desvencijados que nos hacían felices de uno a otro verano. Ahora, sin embargo, observamos el almanaque con los días tachados y son esos grafismos los que anuncian un otoño fabricado con dudas solventes y sin proyectos concretos que nos ayuden a olvidar los paisajes vivos de agosto.

El otoño siempre trae en su mochila las tareas inacabadas de ayer y las horas por vencer al tiempo que se nos escapa, como si fuese un globo lleno de aire pronto a reventar.

Este tiempo es otra vuelta de tuerca a un horizonte que nunca acabamos de dibujar con precisión y cuyos contornos se van diluyendo con las horas que no logramos controlar en nuestras manos, pájaros de vuelo inseguro que nos persiguen sin sueños y sin insinuaciones. Como si así fuese posible llenar la vida que nos tiene sumidos en otra vida que no alcanzamos a conquistar.

Queremos ahora más que nunca entender que el aire es un presente intoxicado de sinrazón, que las volutas del destino son escamas de un pez invisible que navega todos los vientos y que en estos huracanes improvisados que voltean nuestros esqueletos es posible construir los deseos más descabellados y romper las fronteras más infranqueables.

El verano siempre deja esa sensación vacía que no se puede acumular en tanto trecho por andar cuando apenas hemos salido de casa y andado varias manzanas. El mapa de nuestra existencia es tan impreciso como la hora que viviremos en seguida, y en ese breve lapso de tiempo caben más vivencias descorazonadoras que las que esconden las páginas de muchos libros.

Quiero ahora que es otoño reducir los días a las horas de luz, desprenderme de las noches como quien se quita corbata y la cuelga hasta la próxima fiesta, y esperar otro verano lleno de luz que espero próximo para mirar el mar cara a cara, a veces alborotado y otras plano como un papel, desconcertado siempre con su presencia grande y su olor de graves insinuaciones.

Miro el mar desde la ventana y la vida me parece más próxima y acogedora. Ya no es verano, pero el mar me hace comprender que la luz que nos habita nos conduce siempre al tiempo que deseamos vivir.

Columna publicada originalmente en Montilla Digital el 1 de octubre de 2011.

ANTONIO LÓPEZ HIDALGO
  • 5.2.23
Con motivo de su presencia en Córdoba para la presentación de su último libro, Feminismo e islam, he tenido de nuevo ocasión de charlar de manera tranquila y extensa con Waleed Saleh, que es traductor y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) en Estudios Árabes e Islámicos.


Debo apuntar que siempre resulta muy grato departir con alguien que tiene tanto conocimiento sobre los temas tratados y que los expresa con verdadera claridad. Esto puede entenderse si consideramos que es autor de una quincena de libros, entre los que se encuentran El ala radical del islam. El islam político: realidad y ficción; Librepensamiento e islam; Amor, sexualidad y matrimonio en el islam; Siglo y medio de teatro árabe; Ética laica (obra colectiva), etcétera.

Puesto que hace algo más de un año que comenzamos a hablar del mundo musulmán, lo que dio lugar a un artículo, Islam, democracia y laicismo, publicado con esta segunda parte, otra vez volvemos a hacerlo teniendo como punto de partida la situación de la mujer dentro del mundo islámico. Pero, previamente, conviene tener más información de una cultura de la que tenemos un escaso y sesgado conocimiento.

—Si te parece, Waleed, podríamos comenzar esta primera parte de la charla que ahora retomamos de forma que nos aclararas algo sobre la confusión que se suele establecer entre el mundo árabe y el islam, este como religión de los musulmanes.

—Sobre esto que me preguntas, tengo que indicar que son dos realidades diferentes, aunque están relacionadas entre sí. El árabe es una lengua de la familia semítica al igual que el hebreo, el acadio, el babilónico o el arameo, por lo que cuando se habla del mundo árabe hay que tener en cuenta la condición lingüística, no la religiosa. Se trata, pues, de 22 países ubicados geográficamente entre Marruecos, en Occidente, y Omán, en Oriente. Entre ellos están Argelia, Túnez, Libia, Mauritania o Egipto, en África, y Jordania, Líbano, Siria, Iraq y los países del Golfo, en Asia. Todos tienen el árabe como primera lengua oficial y se encuentran reunidos en la Liga de los Estados Árabes, fundada en 1945, siendo una organización que vela por los intereses culturales, sociales y económicos de estos países.

—¿Y el mundo musulmán?

—Cuando se nombra al mundo musulmán se tiene en cuenta la fe islámica; pero no las lenguas. En este caso, los países musulmanes también están reunidos en la Organización de Cooperación Islámica, formada por 57 países de mayoría musulmana: los 22 países árabes y otros 35 no árabes, repartidos entre cuatro continentes. Esta organización fue fundada en 1969 a raíz del ataque y el incendio de la mezquita de al-Aqsa en Jerusalén por soldados israelíes.

Por otro lado, debemos tener en cuenta que en los países árabes, aparte de musulmanes, existen otras minorías como cristianos, judíos, yazidíes…, pero el elemento común entre la mayoría de sus ciudadanos es la lengua árabe. Mientras que en el mundo musulmán sería el islam el elemento común, incluyendo a países con una lengua diferente al árabe, como el turco en Turquía, el persa en Irán, el urdu en Pakistán, el indonesio en Indonesia o el bosnio en Bosnia-Herzegovina (país europeo).

—Creo que ya entendemos bien la diferencia entre árabe y musulmán. Nos hablas de minorías religiosas en países árabes, por lo que me hago la pregunta: ¿Tienen estas minorías los mismos derechos que los musulmanes?

—Las minorías religiosas que viven en los países de mayoría musulmana tienen, en teoría, los mismos derechos y obligaciones que los ciudadanos musulmanes. Gozan de la libertad de culto y de otras prácticas religiosas, pero se sienten discriminados en algunos aspectos. Los coptos cristianos en Egipto, por ejemplo, se quejan de las trabas que la Administración les pone para la construcción de una nueva iglesia; mientras que los musulmanes cuentan con todo tipo de facilidades para levantar una nueva mezquita.

—¿Cómo se hace uno musulmán? ¿Un niño pequeño puede ser musulmán?

—Existen dos formas. El niño que nace en una familia musulmana es automáticamente musulmán: no necesita bautizo ni confirmación como ocurre en el cristianismo. Y la otra es la conversión: un no musulmán puede abrazar el islam pronunciando la frase como adscripción a la fe musulmana: “Profeso que no hay dios sino Dios y profeso que Mahoma es su mensajero”. Esta conversión para que sea válida debe ser sincera emanada del corazón, por lo que el nuevo musulmán deberá cumplir con las obligaciones y ritos del islam.

El problema aparece en sentido contrario, es decir, cuando un musulmán quiere renegar o apostatar de su fe. En el islam no existe la libertad de conciencia, por lo que al apóstata se le da un plazo de tres días para arrepentirse. Esto conlleva a que en trece de los 57 países de mayoría musulmana el castigo de la apostasía sea la ejecución; en otros, la condena puede ser la cárcel o el castigo físico en forma de latigazos.

—Pasemos a hechos más recientes. Como bien sabes, no hace mucho se celebró el campeonato mundial de fútbol en Catar, lo que generó una gran polémica puesto que en este país no se respetan los Derechos Humanos. Sus defensores, sin embargo, sostenían que el celebrarse en un país como Catar podría suponer un avance en derechos, especialmente, para las mujeres. ¿Tú lo crees así?

—Como bien sabemos, la economía y el dinero tienen un poder extraordinario en la vida moderna a nivel mundial, por lo que el fútbol, como otras actividades comerciales o lúdicas, suele dejar la ética y los derechos humanos en un segundo lugar.

Catar es un país rico productor de gas y petróleo con una población que no llega al millón de habitantes. Su renta per cápita alcanza los 90.000 dólares al año para nacionales y extranjeros cualificados; no para los trabajadores de construcción y de otros servicios. Por otro lado, este país invierte en negocios internacionales y en equipos de fútbol, al tiempo que apoya económicamente a grupos islamistas en Egipto, Libia y en otros lugares, manteniendo una buena relación con los talibanes de Afganistán y con el régimen iraní; a diferencia del resto de los países del Golfo.

El Gobierno de Catar suele gastar grandes cantidades de dinero para mejorar su imagen, por lo que el Mundial de Fútbol, celebrado en diciembre de 2022, perseguía este objetivo. Se ha criticado, con razón, la situación de los trabajadores extranjeros que han participado en la construcción de los estadios, las carreteras y otros servicios dedicados al Mundial, así como los derechos de la mujer catarí que sufre, al igual que las mujeres de la mayoría de los países musulmanes, discriminación y marginación.

En mi opinión, durante el Mundial de Fútbol se han juntado dos partes: Catar y la FIFA, que se mueven por corredores oscuros con intereses opacos y poco amigos de los derechos humanos. De todos modos, conviene subrayar el deterioro de los derechos humanos a nivel internacional, paralelamente a la subida de las fuerzas racistas y fascistas que encuentran cada vez más espacios en la política y en las sociedades del mundo occidental, y que, a mi modo de ver, deberían también recibir el mismo rechazo que ha recibido Catar durante el Mundial. Así, por ejemplo, algunos emigrantes en Europa y Estados Unidos reciben el mismo trato que los trabajadores extranjeros no cualificados en Catar.

—Volvamos al tema religioso. Sueles decir que para los musulmanes el Corán es un libro perfecto, al que no se le puede quitar ni una coma. Sin embargo, la Sunna, segundo libro sagrado y pilar del islam, como colección de enseñanzas y dichos del profeta Mahoma, puede dar lugar a distintas interpretaciones.

—El Corán y la Sunna, o trayectoria del Profeta, son las dos fuentes principales del islam. El primero, para la tradición musulmana, es palabra de Dios revelada, entre 610 y 632, al tiempo que texto infalible porque según dicha tradición fue dictado por el Profeta a su escribano Zayd b. Thabit, día a día, sin dejar margen para el olvido o la equivocación. Después, el tercer califa del islam, Otmán (fallecido en 656) lo recopiló, se hicieron copias y así lo conservó para siempre. Por esta razón, los musulmanes creen que el texto coránico no sufrió ningún tipo de cambio o manipulación.

En cambio, la Sunna y, en concreto, los hadices, o dichos del Profeta, según la misma tradición no fueron escritos en el momento. Las fuentes musulmanas afirman que el propio Profeta había prohibido su registro por miedo a que se mezclaran con el texto coránico. Fue Omar b. Abdelaziz (m. 720), octavo califa de la dinastía omeya, nueve décadas después, quien mandó su recopilación.

Después de tanto tiempo, los compañeros de Mahoma, que conocían sus narraciones, habían fallecido, al tiempo que habían desaparecido varias de las generaciones siguientes, por lo que se introdujeron muchos textos falsos e inventados por intereses sectarios o de otra índole. Por esta razón, los estudiosos del hadiz lo clasificaron en varias clases según su fiabilidad: sagrado, correcto, bueno, aceptado, débil, rechazado…

—Waleed, en tus conferencias sueles decir que es muy fácil ser musulmán, pero que es muy difícil salir de esta religión. Tal como nos has indicado, la apostasía en varios países musulmanes está castigada incluso con la pena de muerte. ¿Quién dictamina que un musulmán ha hecho apostasía?

—La acusación por apostasía en el islam tiene que ver con un hecho histórico. Al morir el Profeta en 632, bastantes musulmanes renegaron de su fe. El primer califa Abu Bakr (m. 634) luchó contra ellos y asesinó a muchos siguiendo las exigencias del Corán y la tradición del Profeta como castigo de los apóstatas. Este hecho se convirtió en norma a lo largo de la historia del islam, de esta forma, cualquier crítica hacia el Corán o el Profeta es considerada un acto de apostasía y su condena es la muerte.

Por otro lado, suelen ser los tribunales canónicos de los países de mayoría musulmana quienes dictaminan esta sentencia. Ciertas instituciones religiosas como al-Azhar tienen competencia para emitir este tipo de condenas y, en ocasiones, son destacados ulemas, como ocurrió con el líder iraní Jomeini en su condena a Salman Rushdie en 1989.

—Con frecuencia, solemos escuchar que hay musulmanes suníes y chiíes, junto a otras ramas menores. ¿Puedes explicar las diferencias entre ellos?

—Al igual que el cristianismo que cuenta con diferentes grupos y doctrinas, como el catolicismo, el protestantismo o el evangelismo, el islam tiene también diferentes ramas, siendo las más conocidas el sunismo y el chiísmo. Los suníes se conocen como los ortodoxos o los seguidores de la Sunna, la trayectoria del Profeta. Los chiíes, en cambio, son los seguidores de Ali (m. 661), primo y yerno de Mahoma, cuarto califa del islam y fundador del chiísmo. Debido a un acontecimiento político en tiempos del citado califa, los musulmanes se dividen en las dos ramas ya mencionadas.

Los dos grupos consideran el Corán y la Sunna como fuentes principales de su fe, aunque los chiíes no aceptan algunos hadices, o dichos del Profeta, considerados ciertos por los suníes. Estos últimos, en cambio, no ponen como condición que el imam (líder político religioso) sea de la familia del Profeta; mientras que los chiíes sí ven necesario que el imam sea descendiente de la familia profética y concretamente de la rama de Ali, al tiempo que creen que el imam es infalible y conocedor de lo oculto.

—Para cerrar esta primera parte, quisiera que comentaras dos términos que se suelen emplear con cierta frecuencia por los medios de comunicación. Por un lado, se encuentra el de ‘antisemitismo’ usado por los defensores de la política del Gobierno israelí; al tiempo que, por otro, se habla de ‘islamofobia’.

—"Antisemitismo" es un término manido y manipulado por intereses políticos y se usa como coartada para silenciar cualquier crítica hacia el Estado de Israel, aunque sea justa. Esta palabra se ha convertido en sinónimo del "odio al judío", lo que es una interpretación errónea. El "semitismo" es un término que procede de la familia de las lenguas semitas que abarcan el hebreo, el árabe, el asirio, el arameo y otras lenguas orientales. Por lo tanto, árabes y hebreos son semitas y un árabe no puede ser antisemita porque él es semita al igual que el hebreo. Además, no todos los judíos son hebreos porque depende de la lengua materna que ha tenido cada uno de ellos. Así, hay judíos árabes, rusos, etíopes o polacos que no tienen nada que ver con el hebreo.

Por otro lado, "islamofobia" es otro término acuñado recientemente para calificar actitudes contrarias al islam o el odio hacia esta fe. No cabe duda de que existe este tipo de sentimiento, especialmente por parte de grupos y partidos políticos de extrema derecha en Occidente. Lo que no se debe aceptar es considerar que cualquier crítica, aunque sea constructiva hacia el islam, como un ataque o insulto hacia esta religión.

AURELIANO SÁINZ

CULTURA (PUBLICIDAD)


GRUPO PÉREZ BARQUERO

CULTURA (NOTICIAS)



CULTURA - MONTALBÁN DIGITAL

DEPORTES (PUBLICIDAD)


UNICEF

DEPORTES (NOTICIAS)


DEPORTES - MONTALBÁN DIGITAL

FIRMAS (PUBLICIDAD)


LA ABUELA CARMEN - LÍDER EN EL SECTOR DEL AJO, AJO NEGRO Y CEBOLLA NEGRA

FIRMAS


FIRMAS
Montalbán Digital te escucha Escríbenos